Los familiares rinden en alta mar su último tributo a la dotación del submarino 'Kursk'
Falta la recuperación de los cadáveres y del propio sumergible, pero la tragedia del Kursk, que se precipitó el 12 de agosto al fondo del mar de Barents con 118 tripulantes a bordo, vio ayer cómo caía el telón de su primero y más estremecedor acto. Unos 150 familiares efectuaron una travesía en el barco Klavdia Yelanskáya, puesto a su disposición por la flota rusa del Norte, y lanzaron flores al agua en el mar de Barents donde, a 108 metros de profundidad, está varado el submarino nuclear siniestrado, convertido ya en un inmenso ataúd de acero y completamente inundado.