Los planes de Microsoft no se alteran ni con los disgustos ni con las celebraciones. En todos estos años de proceso judicial, la compañía de Bill Gates ha mantenido inmutables sus planes de futuro y ha vivido aparentemente ajena al hecho de haber sido declarada culpable de violar las leyes antimonopolio, un veredicto que mantuvo ayer el Tribunal de Apelaciones. Microsoft se prepara para lanzar productos renovados con nuevas funciones que irritan a la competencia.
Aunque se mantiene el veredicto de culpabilidad por violar las leyes antimonopolio, el tribunal rebajó ayer un grado el nivel de esa culpabilidad al eliminar los cargos que, paradójicamente, estaban en el origen de todo este proceso: la decisión de Microsoft de regalar su navegador de Internet con cada copia del sistema operativo Windows.
De hecho, todo el caso hacía referencia a los esfuerzos de Microsoft por conseguir una posición dominante en el mercado de los navegadores de Internet, arrebatándosela a la compañía que hasta entonces disfrutaba de ese privilegio, Netscape. Para Microsoft, su comportamiento se limitó a trabajar en beneficio de los consumidores, y por eso regalaba su propio navegador cuando Netscape cobraba por el suyo.
Con el paso del tiempo, el juicio se convirtió en un vehículo para definir el comportamiento empresarial en un mercado que se movía de manera frenética y legalmente alocada, sin apenas normas de comportamiento. Microsoft ha mostrado una firmeza tan asombrosa en sus planes empresariales como para hacer pensar que sus directivos ignoraban el proceso judicial. No es sólo que la compañía haya mantenido su política de 'unir' unos productos con otros; la empresa despliega ahora una estrategia comercial en múltiples frentes basada en las mismas tácticas que dispararon la demanda judicial.
Microsoft se prepara para lanzar en octubre Windows XP, la actualización más importante de su clásico sistema operativo. En XP hay tantos 'productos integrados' (como los define la compañía) como para originar varios procesos judiciales similares al actual, aunque la decisión de ayer permite pensar que la empresa de Bill Gates no pagará un precio por ello.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de junio de 2001