Llegaron a Cuenca sonriendo, felices por haber logrado concluir una dura caminata de cerca de 100 kilómetros y cuatro días bajo el duro sol de agosto. Luego vino la decepción.
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Días atrás, un grupo de extrema derecha arengó a los vecinos de la localidad conquense de Las Pedroñeras animándoles a pedir la expulsión de los extranjeros del pueblo. El subdelegado del Gobierno, Manuel Horrillo, permitió aquella concentración xenófoba porque, argumentó, la Constitución les amparaba. Ayer, 110 argelinos y marroquíes que malviven en chabolas de Las Pedroñeras se presentaron en la capital de la provincia para pedir amparo al mismo subdelegado del Gobierno. Quieren regularizar su situación para poder trabajar en la recogida del ajo, como hacen la mayoría de los 2.000 extranjeros que acuden en verano a esa población, o en cualquier otra cosa.
El lunes iniciaron una huelga de hambre, el martes decidieron dar un paso más y emprendían la marcha por papeles, y ayer, al llegar extenuados y con los pies doloridos a Cuenca, no pudieron reprimir la sonrisa. Divisaban por primera vez la Ciudad Encantada tras más de 100 kilómetros recorridos por la llanura manchega y la serranía conquense con temperaturas superiores a los 30 grados.
La protesta, que comenzó con unos 50 integrantes, fue creciendo y llegó a su destino con 110. Durante los últimos kilómetros, varios norteafricanos se les unieron desde las cunetas de la N-420, donde les esperaban. Otros lo hicieron en Cuenca. Pero todos venían del mismo lugar: las chabolas de Las Pedroñeras.Su marcha fue jaleada por trabajadores de la zona industrial de las cercanías de la capital, así como por muchos vecinos. Nada más atravesar el cartel que indicaba que estaban entrando en el término municipal, la Policía Local relevó a la Guardia Civil en sus funciones de protección y control. Ya en el casco urbano, los integrantes de la marcha se pusieron en fila de a uno y, a la indicación de uno de ellos, todos se descalzaron. Querían llamar la atención de los vecinos y recordarles el continuo sufrimiento en el que viven.
En la plaza de España se sentaron junto a la fuente que se encuentra ante el edificio de la Subdelegación del Gobierno.Dos furgonetas de la Unidad de Intervención de la Policía Nacional vigilaban que no se produjesen incidentes.
Tras una larga espera, hacia la una de la tarde tres representantes de los inmigrantes consiguieron, al fin, entrar en la Subdelegación para entrevistarse con Manuel Horrillo. A la cita asistieron también el director provincial de la Sección de Trabajo de la Subdelegación, José Antonio Olivares; el secretario provincial de CC OO, Miguel Ángel Sáiz; el responsable de la Oficina de Ayuda al Inmigrante de esa misma formación, que hacía funciones de intérprete, y otro traductor que el subdelegado exigió en la reunión.
Una hora después, los tres portavoces de los inmigrantes abandonaban cariacontecidos el edificio. Sus expectativas no se habían visto satisfechas: sólo se les prometió agilizar los trámites administrativos de las solicitudes de regularización presentadas en el último proceso abierto por causas de arraigo. Horrillo les advirtió de que no les dará ningún trato especial. Sólo obtendrán los ansiados papeles quienes cumplan con los requisitos exigidos por la Ley de Extranjería; es decir, documentación que demuestre que se encuentran en España desde antes del 23 de enero y que tienen arraigo mediante una oferta de trabajo en firme. "¿Cómo vamos a tener una oferta de trabajo si no se puede trabajar sin papeles?", se preguntaban los magrebíes.
En la reunión con el subdelegado también se habló de la presencia de dos menores que integraban la marcha. La Consejería de Bienestar Social de Castilla-La Mancha se hizo cargo finalmente de ellos. Ana Fuentes, secretaria provincial de Políticas Sociales de CC OO, informó de que ambos, marroquíes de 17 años, iban a ser llevados a un piso de acogida de la capital conquense. Los chicos llevan cerca de año y medio en España y habían ocultado hasta ahora su edad porque "saben que siendo menores no los iban a contratar", declaró Ana Fuentes a Efe.
Decepcionados por el resultado de la entrevista con Horrillo y tras unos momentos de indecisión, los magrebíes decidían continuar en la plaza. Confiaban en que la respuesta administrativa a su solicitud llegaría a lo largo del día. Cuando se les explicó que esa respuesta puede tardar meses, resolvieron no abandonar la protesta. Se quedan al raso en la plaza de España, en lugar de volverse con las manos vacías a Las Pedroñeras. Y en cuanto se recuperen de la marcha, comenzarán otra huelga de hambre.
Según fuentes del Ministerio del Interior, en la Subdelegación del Gobierno de Cuenca ni siquiera se han terminado de recibir todas las solicitudes de regularización por arraigo. Han llegado 1.614, pero calculan que aún llegarán cerca de 200 más de distintos pueblos de la provincia.
A última hora, el concejal de Intervención Social, Javier Priego, y la coordinadora de la Cruz Roja en Cuenca, Ana Fernández, intentaban negociar con el subdelegado un lugar donde alojar a los congregados. Pero, según Priego, el Ayuntamiento no logró acondicionar un lugar cerrado para acogerlos, por lo que finalmente durmieron a la intemperie. Se resisten a abandonar la plaza. La han elegido como lugar de reivindicación, a pesar de que la policía les ha explicado que ésta es la zona donde los jóvenes se reúnen durante la noche para hacer botellones. Algunos agentes les hicieron saber que quizás no tengan suficientes medios para garantizarles su seguridad.
Tras la esperanza del jueves, cuando apenas les faltaban 15 kilómetros para entrar en Cuenca, ayer la decepción había vuelto a sus caras. Aun así, estaban convencidos de continuar con sus reivindicaciones. Sin trabajo ni nada que llevarse a la boca, poco tienen que perder.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de agosto de 2001