Jornada sangrienta en Israel. En poco menos de cinco horas, siete personas resultaron ayer muertas y más de ochenta heridas como consecuencia de tres atentados palestinos. El Gobierno del primer ministro Ariel Sharon desencadenó de inmediato una oleada de represalias; helicópteros de combate bombardearon diversos blancos militares y civiles de Ramala, Jenin, Nablús y Jericó y en un golpe de efecto de gran trascendencia política se ordenó la detención del ministro palestino encargado de Jerusalén, Ziad Abu Ziad, que acabó siendo expulsado de la ciudad, acusado de residir ilegalmente en Israel.
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El primer atentado palestino se produjo a las ocho de la mañana, en una carretera situada en las cercanías de Jericó, por donde circulaba un autobús escolar israelí, que fue tiroteado desde un coche palestino. En el ataque murió el conductor del vehículo y una profesora de una escuela de un asentamiento judío cercano.
Dos horas y media más tarde, en la localidad de Nahariya, al norte de Israel, se producía un segundo atentado. Esta vez el responsable de la acción era un árabe-israelí de 55 años, padre de dos hijos y vecino de la aldea de Abu Sanan en Galilea, que en las pasadas elecciones municipales había concurrido como candidato a alcalde. Mohamed Shaker había decidido autoinmolarse con una bomba en una de las avenidas más céntricas y concurridas de la ciudad, provocando la muerte de tres personas y más de 60 heridos. El atentado ha sorprendido y consternado a las autoridades israelíes, ya que se trata del primer ataque suicida perpetrado por un árabe-israelí en esta Intifada.
El círculo infernal de violencia se cerró ayer poco antes de la una de la tarde en las cercanías de Netanya, al norte de Tel Aviv, en un cruce de carreteras, donde un segundo suicida palestino se sacrificó haciendo estallar un coche cargado de explosivos. La onda expansiva afectó a una docena de vehículos y produjo lesiones en una veintena de personas, en su mayoría soldados de reemplazo que se encontraban en el cruce esperando un autobús para dirigirse a sus acuartelamientos.
Aunque los ataques fueron reivindicados por Yihad Islámica y Hamás, las dos organizaciones fundamentalistas más importantes de Palestina, el primer ministro Ariel Sharon culpó de lo sucedido al presidente palestino Yasir Arafat y ordenó una oleada de represalias. Los helicópteros de combate Apache norteamericanos sobrevolaron las ciudades de Ramala, Jenin, Nablús y Jericó para bombardear instalaciones civiles y policiales.
La represalia culminó al mediodía cuando un comando de la policía irrumpió en el despacho del ministro palestino Ziad Abu Ziad en Jerusalén Este y procedió a su detención, trasladándole al Oeste de la ciudad, para ser interrogado durante más de tres horas en una cárcel de la ciudad, acusándole de permanecer en territorio de Israel de forma irregular.
La detención del ministro palestino, la primera que efectúa Israel desde que se estableció el Gobierno autónomo en 1994, ha supuesto un rudo golpe a la dignidad de la Administración del presidente Yasir Arafat, al que se le recordaba una vez más su vulnerabilidad. El ministro Ziad Abu Ziad, encargado de la cartera de Jerusalén, sucesor de un líder histórico palestino, Faisal Huseini, fallecido el pasado mes de mayo en Kuwait de un ataque de corazón, acabó siendo expulsado de Jerusalén por las tropas de Israel. La expulsión se llevó a cabo con toda rudeza, sin miramientos y sin atender ningún tipo de reclamación, con la misma arrogancia que meses atrás las tropas de Sharon cerraron y ocuparon la Casa de Oriente, el símbolo palestino en la Ciudad Santa.
Orden de evacuar
La Administración de Yasir Arafat ordenó ayer a los funcionarios evacuar los edificios oficiales, al tiempo que recomendaba a los ciudadanos buscar protección y refugio en sus casas, en previsión de nuevas acciones de represalia. Lo más duro está aún por llegar, se aseguraba ayer en las calles palestinas, mientras los vecinos oteaban el horizonte temiendo la llegada de los helicópteros o de los aviones de combate israelíes.
"Es imposible acabar con la violencia, si Israel no se compromete a poner fin a las agresiones", aseguraba ayer el ministro de Cooperación Internacional, Nabil Chaat, haciendo referencia al ciclo reiterado de tensiones. "La situación es explosiva y tiene para los israelíes un solo objetivo: continuar con la ocupación. Nosotros queremos volver a la paz justa, pero antes se tiene que poner fin a la violencia de la ocupación", finalizó Chaat.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de septiembre de 2001