George W. Bush prometió ayer a los militares estadounidenses que dispondrían de "todos los recursos, todas las armas, todos los medios necesarios para hacer segura la victoria". El presidente comparó la guerra contra el terrorismo con la Segunda Guerra Mundial durante una ceremonia ante el Pentágono que conmemoraba a las víctimas de los atentados, ocurridos justo un mes atrás. Horas más tarde, Bush dijo que si los talibán entregaran a los terroristas, "las operaciones se reconsiderarían", y subrayó que Irak permanecía "bajo vigilancia".
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En esos mismos momentos, Afganistán estaba sufriendo el bombardeo más largo y masivo hasta la fecha, con bombas de fragmentación y proyectiles antibúnquer de casi 2.500 kilos. El presidente de Estados Unidos ofreció anoche la primera conferencia de prensa de su mandato. Habló, entre otras cosas, de Oriente Próximo para reafirmar que "al final del proceso de paz" veía la creación de un Estado palestino y no rechazó encontrarse con Yasir Arafat "si eso sirviera para algo más que una fotografía que despertara expectativas vanas". No quiso precisar si después de Afganistán podría lanzar una operación contra Irak. Se limitó a decir que Sadam Husein era "un hombre malvado" y que su régimen estaba "bajo vigilancia".
Respecto al gobierno talibán, ofreció "una segunda oportunidad" para que entregaran a los miembros de Al Qaeda, y añadió que si persistían en cooperar con el grupo de Osama Bin Laden, caerían "en un día, un mes o un año". "Los gobiernos que amparen a los terroristas también serán llevados a juicio", aseguró. La construcción de un nuevo régimen afgano debía corresponder, en su opinión, a la ONU. Bush afirmó que, tras los atentados del día 11, está más convencido todavía de que el tratado antimisiles balísticos ABM "está anticuado y es inútil".
Mientras Bush hablaba, proseguían los bombardeos sobre Afganistán. Victoria Clarke, portavoz del Pentágono, dijo que los ataques ya no se centraban en las defensas antiaéreas, sino especialmente en los cuarteles y las tropas de los talibán. "Dijimos que lo haríamos, y estamos haciéndolo", declaró. Los bombardeos no demostraban gran preocupación por los posibles daños colaterales o la muerte de civiles, ya que las bombas de fragmentación, que estallan durante la caída y esparcen a gran distancia docenas de minibombas altamente explosivas, no garantizan la precisión.
Los bombarderos invisibles B-2 estaban arrojando también gigantescos proyectiles GBU-28, los más pesados (casi 2,5 toneladas) del arsenal estadounidense. Los GBU-28 son dirigidos por láser y quedan enterrados a unos seis metros de profundidad antes de estallar. Su función es destruir búnkeres y defensas de hormigón, pero tienen también un efecto adicional sobre las personas afectadas por la onda expansiva, ya que causan hemorragias por la nariz y los oídos. Estaban utilizándose, según el Pentágono, para "desmoralizar" a los talibán.
El secretario de Defensa de EE UU, Donald Rumsfeld, aseguró que los ataques no se dirigían contra civiles: "Quienes hacen eso son los terroristas, no nosotros". Agregó, sin embargo, que resultaba "inevitable" que se perdieran vidas inocentes, "porque la munición que utilizamos es precisa, pero no al 100%". "Lamentamos siempre la muerte de inocentes", dijo.
Rumsfeld admitió que, tras cinco días de bombardeos, los talibán mantenían una cantidad considerable de defensas antiaéreas, incluyendo helicópteros, aviones y, sobre todo, lanzamisiles portátiles, y explicó que las fuerzas estadounidenses y británicas utilizaban información proporcionada por los guerrilleros antitalibán de la Alianza del Norte para "localizar e identificar objetivos militares". Entre esos objetivos figuraban, según Rumsfeld, los dirigentes políticos de los talibán. "Evidentemente, nos parecerá bien si nuestra actuación favorece el avance de la guerrilla antitalibán", comentó el secretario de Defensa, quien aceptó como "posible" que la guerra en Afganistán durara "bastantes meses".
La severidad de los bombardeos, que ayer cumplían su quinta jornada, se correspondió con la dureza de las palabras de Bush, quien nunca había señalado tan claramente que la destrucción completa del régimen talibán debía ser uno de los resultados de la campaña.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 12 de octubre de 2001