"No tengo ántrax". El presidente Bush tuvo que dar constancia de su buena salud después de que se detectaran ayer esporas de carbunco en una oficina que distribuye la correspondencia de la Casa Blanca, situada a varios kilómetros de la residencia. Las primeras pistas no parecían indicar una acción intencionada. El hecho, sin embargo, ha causado aún más confusión en el Gobierno, que parece desbordado. La confirmación de la muerte por ántrax de dos empleados de correos de la capital y la aparición de un nuevo caso en Nueva Jersey han sembrado dudas sobre las formas de contagio.
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La eficacia del dispositivo desplegado también está en entredicho. A media tarde de ayer cundió la alarma cuando las palabras ántrax y Casa Blanca aparecieron en una misma frase. El portavoz Ari Fleischer salió a explicar que se habían descubierto rastros de carbunco en la oficina de la base de Bollings, en una de las máquinas que comprueban el correo de la Casa Blanca y del Servicio Secreto. Aparentemente no se trata de una carta o cartas contaminadas, sino de un contagio fortuito. El correo de Bollings pasa por la central postal de Brentwood, donde trabajaban los empleados que el pasado lunes murieron por ántrax pulmonar.
"No tengo ántrax", repitió el presidente George Bush sin querer precisar si se había sometido a pruebas. "Cuando venga mañana a trabajar estaré seguro. ( ) Es obvio que los malhechores siguen intentando dañar a América". Fleischer confirmó que nadie en la Casa Blanca había resultado infectado y precisó que la instalación militar había sido cerrada para ser descontaminada. "Daremos antibióticos a todo el mundo", dijo Fleischer. Poco antes, Bush había aprobado un crédito de 175 millones de dólares para mejorar la seguridad de las oficinas de correos.
Aunque resultase inocua, la alarma ha aumentado el nivel de tensión que se vive en Washington desde que la semana pasada se detectara la primera carta contaminada en la oficina del líder demócrata en el Senado, Tom Daschle, sobre todo porque se desconoce su origen. "No sabemos de dónde proceden estas esporas", afirmó un comunicado del Servicio Secreto.
Ayer quedó confirmado que los dos empleados de correos que sin duda manipularon la misiva destinada a Daschle murieron de ántrax pulmonar, como se había sospechado en un principio. Otros dos carteros estaban hospitalizados en Washington con los mismos síntomas. Los 3.400 trabajadores postales de Washington están siendo tratados con antibióticos.
La aparición de un nuevo caso de ántrax pulmonar en la misma oficina de correos de Nueva Jersey que ya cuenta con dos enfermos provocó cierta sorpresa. En los dos casos precedentes de contagio se trataba de una forma más benigna de la enfermedad, el ántrax cutáneo. La afectada es una mujer, cuya identidad no ha sido revelada y que trabajaba, como sus otros dos colegas, en el centro de distribución de Hamilton. Internada en un hospital, su estado era ayer serio pero no desesperado. Desde Hamilton, cerrado desde la semana pasada, se mandaron las cartas contaminadas de Nueva York y Washington.
Doble pánico
El nuevo descubrimiento ha sembrado el pánico por partida doble. Primero porque los primeros controles no revelaron nada e hicieron falta nuevas pruebas del Centro de Control de Enfermedades para detectar finalmente la bacteria. Segundo, porque confunde las pistas sobre las formas de contagio y hace temer que los sistemas de ventilación o la mera presencia de una carta infectada, sin incluso ser manipulada directamente, puedan ser vehículos de transmisión.
De ahí el desconcierto del Gobierno y las críticas sobre su actuación tardía. "Preferimos pasarnos de precabidos y asegurarnos que la gente está protegida", dijo Thompson en una intervención ante la Cámara de Representantes, "Si hay nuevos casos de ántrax, intervendremos en todas las dependencias de correos".
Entre los enfermos, los expuestos al bacilo y los potenciales contagiados, el recuento de víctimas se hace cada vez más complicado. Hay tres casos en Florida (uno de ellos, mortal), cuatro en Nueva York, en distintos medios de comunicación, cuatro en Washington (dos de ellos, mortales) y tres en Nueva Jersey. En total, 14 casos.
Según los carteros, han sido tratados peor que los empleados del Capitolio, que desde el principio recibieron tratamientos preventivos. "Nos han tratado muy mal", dijo ayer una de las portavoces del sindicato postal, Veola Jakcson. "Creo que todo hubiera podido evitarse si nos hubieran advertido desde el primer momento", dijo.
La semana pasada, incluso los expertos en bioterrorismo estimaban que era casi imposible infectarse de ántrax pulmonar a través de las cartas contaminadas. Defendiendo la actuación de su agencia, el director del Centro de Prevención y Control de Enfermedades, Jeffrey Koplan, aseguró que nunca sospechó que el ántrax podía "gotear" de un correo sellado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de octubre de 2001