El ministro de Economía de Argentina, Domingo Cavallo, intentó ayer en Washington salvar una situación desesperada. Cavallo acudió a la sede del Fondo Monetario Internacional (FMI) para ofrecer detalles sobre sus planes fiscales y tratar de convencer a la institución de que desbloqueara un préstamo de 1.264 millones de dólares, sin el cual resultaría imposible evitar las dos opciones catastróficas que se dibujan ante la tercera economía latinoamericana: la devaluación o la suspensión de pagos. Cavallo, que se reunió con el director general del FMI, Horst Köhler, y con la primera subdirectora, Anne Krueger, tiene previsto quedarse el fin de semana para seguir negociando.
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Al partir de Buenos Aires, el jueves por la noche, Cavallo declaró que su objetivo era conocer las condiciones del FMI para liberar el préstamo y se mostró esperanzado. "Llegaremos a un acuerdo", dijo. Los máximos ejecutivos del Fondo, sin embargo, no parecían predispuestos a la flexibilidad. Argentina no ha logrado equilibrar sus cuentas públicas este año como había prometido; Cavallo no ha presentado aún un proyecto de presupuesto para el año próximo, y ha aplicado una serie de restricciones sobre la retirada de fondos bancarios y las transferencias al exterior que han irritado al FMI.
No obstante, el primer encuentro de Cavallo con el director del FMI infundió optimismo en el Gobierno argentino. El presidente, Fernando de la Rúa, aseguró haber conversado por teléfono con Köhler para que escuche los ruegos de Cavallo. Y el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini pidió al Gobierno de Estados Unidos que medie ante el FMI. Una fuente del Ministerio de Asuntos Exteriores argentino dijo a este periódico: "El canciller ha hablado con los representantes del G-7 [los países más industrializados del mundo] y cree que todo va a ir bien".
El FMI indicó que no entregaría los 1.264 millones de dólares, parte de una línea de crédito que asciende a 22.000 millones, mientras el Gobierno argentino no cumpliera sus compromisos.
Distintas fuentes financieras sugirieron que el cerrojazo aplicado sobre los créditos comprometidos con Argentina era una fórmula para obligar a Cavallo a encarar la necesidad de una devaluación urgente. El país adhirió su moneda a la estadounidense en 1991 y desde entonces un peso ha equivalido a un dólar; esa decisión permitió controlar la inflación, pero estranguló el crecimiento y causó una recesión que dura cuatro años. Cavallo aseguró el jueves que la devaluación era "impensable". Pero la dolarización absoluta (el uso directo del dólar como moneda) resulta inviable, porque el Banco Central carece de las reservas necesarias. La otra opción consistiría en suspender pagos. De ocurrir, se trataría de la suspensión más voluminosa de la historia: Argentina tiene una deuda de 132.000 millones de dólares y la onda expansiva de la crisis podría afectar a buena parte de las economías emergentes.
Los máximos responsables del FMI, entre ellos Anne Krueger, consideran que Argentina necesita aún aplicar una medida tan dolorosa como la devaluación, que llevaría a una situación dificilísima a las empresas argentinas, endeudadas en dólares, y a las extranjeras.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de diciembre de 2001