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Estrangulados dos niños en su casa de un pueblo murciano

'¡Me han matado a mis hijos!', gritaba la madre al llegar la Guardia Civil de Santomera

El número 13 A de la calle de Montesinos, en Santomera (Murcia), fue en la madrugada de ayer el escenario de un doble y enigmático crimen. Francisco Ruiz González, de seis años, y su hermano Adrián Leroy, de cuatro, fueron hallados muertos por estrangulamiento sobre la cama de sus padres. El cristal roto de una ventana y un cajón abierto indujeron en principio a pensar que el robo era el móvil del crimen, pero la investigación ha abierto hipótesis que apuntan al entorno familiar. La madre, Paquita González, natural de Santomera, que declaró ante la Guardia Civil hasta las 22.15, y su otro hijo, de 14 años, estaban en casa cuando ocurrieron los hechos.

La vivienda en la que fue perpetrado el asesinato de los dos pequeños, en el número 13 de la calle de Montesinos, se encuentra situada en un barrio de chalés de nueva creación, habitados en su mayoría por familias de clase media.

Los Ruiz González residían allí desde hace aproximadamente un año y medio. Justo al lado del chalé de dos plantas marcado en la puerta con una placa dorada que dice "familia Ruiz González" hay otro chalé a medio terminar. La segunda planta de ese edificio en obras colinda con la ventana de los cristales rotos, la que corresponde a uno de los dormitorios de la casa del crimen.

Algunos vecinos aseguran haber oído sobre las dos y media de la madrugada ruidos y gritos extraños. De hecho, uno de ellos se asomó a la ventana al creer que le estaban robando el coche, pero se volvió a la cama al no ver nada raro ni en la calle ni en su vivienda.

A las siete y media de la mañana la madre, Paquita, de 35 años, llamó al 112, Centro de Coordinación de la Región de Murcia, que alertó a la Policía Local, a la Guardia Civil y a la Cruz Roja.

Una llamada de la madre "¡Me han matado a mis hijos, me han matado a mis hijos!", gritaba Paquita desde la entrada de la vivienda a la llegada de los efectivos policiales y sanitarios. Los ojos de un joven voluntario de la Cruz Roja fueron los primeros en apreciar la magnitud de la tragedia que ayer mantenía conmocionada a la localidad de Santomera.

Aerosol paralizante

Sobre la cama, y aún con los pijamas puestos, yacían los cuerpos de los dos pequeños. En sus cuellos podían verse moratones y magulladuras, señales inequívocas de un estrangulamiento, según confirmaban fuentes policiales.

"La madre estaba ida, como un zombi", apostillaban las mismas fuentes. "Fue ella quien explicó que alguien le había rociado con un spray" paralizante, comentaba incrédulo uno de los agentes de policía que presenció la escena. El juez de guardia de Murcia, capital de la comunidad autónoma sita a 10 kilómetros del municipio, ordenó el levantamiento de los cadáveres, que fueron trasladados al Instituto Anatómico Forense para practicarles la autopsia.

Paquita González y J. C., su hijo mayor, de 14 años, los únicos dos testigos de los hechos, recibieron apoyo psicológico de los servicios sociales del Gobierno de la Región de Murcia. Horas más tarde, J. C., de quien familiares directos del matrimonio aseguran que no es fruto de esta pareja sino de una anterior, era recogido por los tíos paternos. El padre de los pequeños muertos, José Ruiz, es camionero y se encontraba realizando un viaje en Francia. Se esperaba que llegase esta madrugada al pueblo.

Mientras tanto, su madre, tras recuperarse de la crisis nerviosa inicial y sentirse en condiciones para someterse a un interrogatorio, fue conducida al Instituto Anatómico Forense, donde ya reposaban los cadáveres de sus dos hijos para que se les practicara la autopsia.

Sin embargo, allí no vio a sus pequeños sino que fue sometida a un reconocimiento médico para verificar la causa de las heridas que presentaba en ambas muñecas y los efectos del aerosol paralizante con el que aseguraba que había sido rociada antes del asesinato de sus dos hijos, a fin de que no tuviera opción de defenderlos, según fuentes de la investigación.

Horas de interrogatorio

Doce horas después de conocido el crimen, ninguna de las fuentes consultadas se atrevía a confirmar o a rechazar si alguien ajeno al domicilio había entrado o no a la vivienda. Pero la hipótesis del robo fue perdiendo fuerza hora a hora, al tiempo que iban tomando cuerpo otras teorías que apuntaban a que el autor o autores del doble crimen podrían pertenecer al círculo familiar o de allegados a las víctimas o sus padres.

Estas tesis iban en alza a tenor de los primeros datos de la investigación policial y porque Paquita seguía siendo interrogada por los agentes de la policía judicial en las dependencias del cuartel de la Guardia Civil de Santomera.

A última hora de la noche, fuentes de la policía insinuaban como otro elemento a tener en cuenta y que se había sumado a la investigación, un problema de drogas. No se hicieron más precisiones pero esta cuestión podría introducir la hipótesis de un truculento ajuste de cuentas.

También, a última hora de ayer, fuentes policiales aseguraban que la investigación sobre el entorno familiar, principalmente en el caso de la madre, se aplazaría hasta después del entierro de los pequeños, que previsiblemente se celebrará a primera hora de esta tarde. El juez ha declarado el secreto del sumario.

La madre sólo salió del cuartelillo una vez. Hacia la seis de la tarde, y custodiada por varios agentes, Paquita volvió al lugar del crimen para realizar una reconstrucción de los hechos. Pero minutos más tarde retornó al cuartel donde prosiguió el interrogatorio.

No pudo ver cómo llegaban, al anochecer, los pequeños féretros blancos de sus hijos Adrián y Francisco al Ayuntamiento de su localidad, donde fue instalada la capilla ardiente.

La madre llegó al velatorio de sus hijos sobre las 22.15, tras ser interrogada durante varias horas por el instituto armado. Allí pudo despedirse de sus pequeños, entre grandes muestras de dolor. Quien al cierre de esta edición aún no había podido darle el adiós a sus hijos era su padre, José Ruiz, de 38 años. Éste, camionero de profesión, conoció la tragedia en Francia, donde se encontraba realizando un porte con su vehículo. "Venía de camino", comentaban los familiares ante los féretros de los niños.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de enero de 2002