Por uno de esos caprichos del fútbol, el Deportivo volvió a ver la luz en el momento que menos se podía esperar: después de haber tocado fondo en las últimas semanas y en el estadio de su máximo rival, reforzado moralmente por el liderato de la Liga.
CELTA 0| DEPORTIVO 2
Celta: Cavallero; Coira (Giovanella m. 46), Sergio, Cáceres, Sylvinho; Vagner, Luccin; Karpin, Jesuli (Edu m. 46), Gustavo López; y Catanha. Deportivo: Molina; Scaloni, Donato, Naybet, Capdevila; Duscher, Mauro Silva; Víctor, Valerón (Sergio m. 74), Fran (Amavisca m. 90); y Tristán (Makaay m. 88). Goles: 0-1.M. 32. Confusa jugada frente al área del Celta, el balón rebota en Jesuli y va a parar a pies de Tristán, en teórica posición de fuera de juego. El árbitro interpreta que el balón viene jugado de un contrario, lo que validaría la situación ilegal, y Tristán marca tras encarar a Cavallero. 0-2. M. 63. Pase de Valerón a la frontal, Tristán llega antes que la defensa del Celta y marca tras driblar a Cavallero. Árbitro: Medina Cantalejo. Expulsó a Vagner (m. 86) y amonestó a Cáceres, Cavallero, Capdevila, Tristán, Sergio (Deportivo) y Duscher. Unos 28.000 espectadores en Balaídos.
Una vez más, el Celta se derritió cuando todo el mundo le situaba como favorito. Se encontró a un Deportivo sorprendente y que recuperó la mágica conexión entre Valerón y Tristán, se hizo con la pelota desde el inicio y, poco a poco, acabó tragándoselo. El cuadro de Víctor Fernández no fue capaz de replicar hasta el segundo tiempo, cuando el Depor ya había ganado tanta confianza que no se dejó sorprender. Una vez más, el liderato se mostró fugaz en Vigo.
Hibernado desde hace casi cuatro meses, el Depor de Manchester regresó a la vida cuando ya empezaba a dársele por muerto. En Balaídos volvió la mejor versión del grupo de Irureta del mismo modo extraño y repentino con que se había esfumado. Si resultaba difícil explicar el paradero de aquel equipo arrollador del primer tramo de la campaña, no será más fácil interpretar ahora por qué fue ayer el día escogido para su resurrección, después de varias semanas en que sus síntomas no podían ser peores. Tal vez es que el Depor necesita el estímulo de los grandes desafíos para que su fútbol se tense y alcance el nivel de los mejores días.
Ciertas explicaciones sí se podrían encontrar a partir de la actuación individual de algunos jugadores. Por su aportación al marcador, el primero sería Tristán, que participó en el juego mucho más de lo que solía y resolvió con solvencia dos mano a mano ante Cavallero. Pero, por su influencia en el juego, el equipo agradeció más que nada el desempeño de Valerón, hasta ayer el símbolo del hundimiento deportivista en las últimas semanas. Valerón va y viene del cielo al infierno con una discontinuidad que desconcierta y desespera. Pero, cuando decide instalarse allá arriba, es un futbolista determinante que, por su forma de juego, tiene además un efecto multiplicador sobre todo el equipo. En Balaídos, Valerón agarró la brújula desde del principio y marcó el rumbo del equipo al estilo que siempre lo hace: tejiendo el juego toque a toque y buscando siempre las zonas más aseadas del campo. A su beneficio trabajaron por detrás Mauro Silva y Duscher, imponentes en la recuperación y con criterio para distribuir, sobre todo el argentino. Por si no había quedado claro desde hace tiempo, Duscher volvió a reclamar en Balaídos un puesto en el eje del equipo.
|
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Además de moverse al ritmo de Valerón, el Depor buscó el balón con una voracidad inusual fuera de casa. Llevó la línea de presión más arriba que de costumbre y acabó provocando un monumental cortocircuito en el Celta, que hasta el descanso padeció un suplicio. Aunque su estilo se haya ido tiñendo de pragmatismo, el Celta sigue viviendo principalmente para la pelota y el Depor se la quitó desde el inicio hasta acabar desquiciándolo. En ese aspecto, el grupo de Víctor Fernández notó demasiado la ausencia de Berizzo, que suele garantizar una salida limpia para el balón. Como el Depor le presionó muy encima y en el centro del campo reinaron Duscher y Mauro, el Celta quedó roto por la mitad, con siete futbolistas defendiendo y cuatro atacando sin la menor conexión entre ellos, como si cada grupo jugara un partido distinto.
Sólo algún contragolpe esporádico recordó la presencia del Celta en el partido, que a medida que avanzó la primera parte fue quedando más y más a merced de lo que el Depor quisiera hacer con él. Al principio, al grupo de Irureta parecía faltarle profundidad, pero tenía tanto el balón que fue ganando confianza y llevando el juego cada vez más arriba. Fran tuvo el gol tras una magnífica combinación de todo el frente del ataque que le dejó solo en el segundo palo. Su fuerte nunca ha sido el gol y en aquella ocasión lo corroboró de nuevo. Pero poco después llegó la confusa y polémica jugada del primer gol, una de esas acciones para que los árbitros se devanen los sesos analizándola en televisión. Una sucesión de rebotes acabó dejando el balón a los pies de Tristán, que en teoría estaba en fuera de juego. Con cierta displicencia, tal vez creyendo que la acción estaba anulada, Tristán batió a Cavallero y el árbitro desató la bronca universal en Balaídos concediendo el gol.
El Celta sólo supo reaccionar tras el descanso, cuando Víctor Fernández se la jugó a doble o nada e introdujo a Giovanella y Edu. La insistencia local empujó al Deportivo hacia su área y equilibró el partido. Catanha tuvo el empate a tiro, pero le faltó destreza para controlar un par de balones que tenían toda la pinta de gol. Al Depor le bastó con aguantar un rato y esperar que llegase el contragolpe definitivo. Llegó y sus protagonistas fueron, cómo no, Tristán y Valerón, la vieja conexión de Old Trafford que se había extraviado desde hace mucho tiempo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 6 de febrero de 2002