Yasir Arafat recuperó ayer su libertad. Los tanques israelíes comenzaron a retirarse de Ramala, capital de la Cisjordania palestina, poco antes de medianoche y pusieron fin al asedio del complejo presidencial de Al Mokata, que ha durado 34 días. Horas antes, fuerzas internacionales compuestas por británicos y norteamericanos se habían hecho cargo y conducido hasta la prisión de Jericó a los seis palestinos acusados de asesinar al ministro israelí de Turismo, cumpliendo de esta manera el requisito exigido por Israel para levantar el asedio al presidente de la Autoridad palestina.
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Las primeras palabras de Arafat tras la salida de los tanques israelíes fueron para criticar con dureza al asedio de la basílica de la Natividad de Belén. "Lo que me ha ocurrido a mí aquí no es importante. Lo importante es lo que está ocurriendo en la iglesia de la Natividad; es un crimen", declaró un furioso Arafat a un grupo de periodistas.
Ramala, una ciudad dolorida y atemorizada, vivió en silencio las últimas horas del asedio de Arafat. Con las calles vacías, con toda la población metida en sus casas, pegada a las pantallas de la televisión local o de la emisora qatarí Al Yasira, los palestinos de todos los territorios autónomos siguieron en directo la entrega de los seis prisioneros -responsables del asesinato del ministro de turismo israelí Rehavan Zeevi- a las fuerzas internacionales, norteamericanas y británicas, la partida de los blindados, el primer paso antes de la liberación del presidente palestino.
No hubo concentraciones de júbilo en los accesos de Al Mokata, ni gritos de alegría, sólo una sensación de tristeza y de pesadumbre de sentirse una vez más humillados por haber tenido que entregar a seis hombres. "Es el dolor de la derrota, de la capitulación", exclamaba Ahmed en la plaza de Menara, en el corazón de Ramala, mientras a traves de la pantalla de la televisión veía partir el convoy de las fuerzas internacioinales llevándose a los seis prisioneros a su cárcel de Jericó y las fuerzas de seguridad palestina iban recuperando el control absoluto de una ciudad -120.000 habitantes- que se ha visto durante las dos últimas semanas dividida, acordonada y asediada por las tropas israelíes.
Las cámaras de la televisión internacional y los fotógrafos de guerra se amontonaban ayer noche en las últimas trincheras, llenaban las terrazas de los suburbios de Al Bireh y trataban a través de la oscuridad de adivinar lo que pasaba en el interior de las ruinas del Mokata, mientras el convoy de los vehiculos diplomáticos se llevaba a los seis prisioneros a la cárcel de Jericó, donde llegaron anoche.
El pacto entre israelíes y palestinos, supervisado por los cónsules del Reino Unido y EE UU, incluye la salida, sin detenciones ni interrogatorios, de todas las personas que se encuentran recluidas en Al Mokata, junto con Arafat, incluido un grupo de observadores internacionales, funcionarios de la Autoridad Palestina y asesores del presidente; entre 150 y 400 personas, según estimaciones israelíes. Las partes han acordado que cuatro detenidos, condenados a penas que oscilan entre uno y 18 años de cárcel por el asesinato del ministro, serán encarcelados en Jericó. Los otros dos, Fuad Shubaki y Ahmed Saadat, permanecerán en el mismo centro de detención, aunque en calidad de preventivos y en espera de que la Autoridad Palestina tome una decisión sobre su juicio. Shubaki es jefe de finanzas de la Seguridad Preventiva Palestina y está acusado de contrabando de armas, mientras que Ahmed Saadat es el secretario general del Frente Popular de Palestina, al que pertenecen los asesinos del ministro.
La historia sin embargo no se detiene. La agenda politica de Arafat está repleta de citas para hoy. Para empezar ha señalado como tarea urgente la liberación de Belén, el fin del asedio a la basílica de la Natividad, y la reconstrucción de los territorios autónomos, asolados tras una ofensiva que ha durado un mes. Sólo cuando se hayan cumplido los primeros capíulos de esta agenda, Yasir Arafat viajará a Europa y a los paises árabes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de mayo de 2002