El presidente del Gobierno, José María Aznar, tras un Consejo de Ministros dedicado esencialmente al conflicto de Perejil, adoptó ayer el objetivo de desocupar con carácter inmediato el islote, a ser posible en las próximas horas y, en cualquier caso, según fuentes del Gabinete, antes de que a primera hora del lunes se reúna en Bruselas el Consejo de Asuntos Generales de la Unión Europea. Para dar el paso, Aznar esperaba anoche que Marruecos comunicara oficialmente que no volverá a instalar fuerzas en Perejil cuando la Legión se vaya. EE UU trabajaba activamente para lograr esa garantía.
MÁS INFORMACIÓN
- Multimedia:: La defensa de los enclaves en el norte de África.
- Las juventudes nacionalistas marroquíes convocan una marcha a la isla
- "No se pelea entre amigos"
- Hacia el acuerdo
- España se retira de Perejil tras un acuerdo garantizado por EE UU
- El protagonismo de EE UU en el conflicto de Perejil deja en entredicho a la Unión Europea
- Palacio afirma que los embajadores no volverán antes de septiembre
- Gráfico animado:: La toma de Perejil.
- Claves:: Operación Romeo Sierra.
- Participación:: ¿Está justificada la intervención militar?
El síntoma más notable de esa actividad diplomática estadounidense son las dos conversacionnes telefónicas que el secretario de Estado, Colin Powell, tuvo ayer con Mohamed VI de Marruecos, según confirmó la agencia estatal marroquí de noticias, MAP. Powell habló, por otra parte, al menos tres veces con la ministra española de Exteriores, Ana Palacio.
Ana Palacio ha insistido estos días en la necesidad de que el monarca marroquí respalde un compromiso de no beligerancia que su homólogo del país vecino, Mohamed Benaissa, ha reiterado a los medios de comunicación en las últimas horas. Ayer, el vicepresidente primero y portavoz del Gobierno, Mariano Rajoy, dijo tras la reunión del Gabinete que, para retirar sus tropas de Perejil y reanudar el diálogo, España espera sólo que Rabat confirme de modo "oficial, por cualquiera de los cauces establecidos o usuales en el derecho internacional y en las relaciones entre países", lo dicho por Benaissa.
La fórmula abierta utilizada por Rajoy en relación con el tipo de garantía que se espera indica que el Gobierno pretende facilitar las cosas y acelerar la salida de una situación complicada. En medios diplomáticos, cuyos puntos de vista no coinciden a menudo en este caso con los prevalentes en el Ministerio de Defensa, se reconoce que, una vez demostrado que hechos consumados como la ocupación marroquí de Perejil son reversibles, la permanencia militar en el islote es, sobre todo, un inconveniente que incrementa la exposición de España a críticas como las que han proliferado desde el desalojo de los marroquíes, incluso dentro de la Unión Europea. De ahí el interés del Gobierno por resolver el tema antes de que, el lunes, se reúnan los ministros de Exteriores de la UE. El canciller marroquí estará ese día en la capital belga para mantener contactos con altas instancias comunitarias, y en el entorno de Palacio se piensa que podría ser la ocasión de que los dos ministros se conozcan personalmente y hablen por primera vez de relanzar las relaciones. Siempre, claro está, que Perejil haya vuelto a la situación anterior al 11 de julio, de isla controvertida en cuanto a su soberanía pero desmilitarizada.
En el ministerio español de Asuntos Exteriores no se observa, por otra parte, una resistencia total a reconocer incluso la soberanía de Marruecos sobre Perejil al cabo de una negociación regular y fundamentada desde el punto de vista jurídico.
Pero el Gobierno considera también que la retirada del islote debe hacerse en circunstancias que no puedan ser interpretadas por Rabat como un muestra de debilidad española capaz de dar alas a otras previsibles provocaciones de Marruecos. Al Ejecutivo le preocupa, además, el impacto de ese movimiento sobre una opinión pública española que pareció reaccionar muy positivamente al desalojo de los marroquíes, el 17 de julio.
Todo ello requiere algunas condiciones mínimas, y de ahí que, pese a la urgencia de la situación, Rajoy dijera ayer que "hay que dar tiempo al tiempo".
La rueda que Benaissa dio por la tarde en París cayó como un jarro de agua fría sobre las expectativas de arreglo por su tono agresivo general y por la insistencia en hablar de Ceuta y Melilla, pese a que Palacio ha excluido tajantemente esas dos ciudades de posibles conversaciones.
La salida es doblemente complicada, porque desde el miércoles no hay contactos directos entre las partes. España rechaza cualquier mediación en este conflicto bilateral, y así se lo hizo saber ayer Aznar al ministro libio de Exteriores, Abderramán Chalkam, enviado a Madrid por Muammar Gaddafi para ofrecerse como mediador.
Pero es evidente que el Gobierno acepta las gestiones de Washington. Un portavoz del Departamento de Estado consideró anoche que "sigue habiendo esperanzas de lograr un acuerdo". Según fuentes oficiales, los dos gobiernos, aunque no han llegado todavía a un acuerdo, están muy cerca de conseguirlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de julio de 2002