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Crónica:Ida de la Supercopa | FÚTBOL

Valerón desnuda al Valencia

El canario, con una gran actuación, pone el primer título del curso al alcance del Deportivo

Valerón volvió a ser el rey de los prodigios, y el Deportivo no necesitó más que engancharse a su genio para tumbar con estruendo al campeón de Liga y dejar la Supercopa casi resuelta en un sólo partido. La magistral primera parte del centrocampista canario anestesió a un Valencia que había empezado ofreciendo síntomas de su fortaleza, pero que sucumbió al recital de Valerón y su magnífico coro, de ese Deportivo que ya funciona a pleno rendimiento, como si el verano no hubiese existido. Cuando el Valencia quiso reaccionar, el marcador se había puesto inalcanzable. Mal asunto para los dirigentes del club: en Valencia arreciarán las protestas de los que piden refuerzos.

DEPORTIVO 3| VALENCIA 0

Deportivo: Molina; Scaloni, César (Andrade, m. 71), Naybet, Romero; Sergio, Mauro Silva; Víctor, Valerón (Djalminha, m. 79), Fran (Duscher, m. 68); y Makaay. Valencia: Cañizares; Curro Torres, Ayala, Pellegrino, Carboni; Rufete (Carew, m. 46), Marchena (Sánchez, m. 75), De los Santos (Baraja, m. 46), Vicente; Aimar y Angulo. Goles: 1-0. M. 12. Valerón controla el balón y supera a Cañizares en su salida. 2-0. M. 21. Valerón envía a Fran, que centra, Cañizares rechaza el tiro de Makaay, pero Víctor empuja. 3-0. M. 31. Valerón lanza a Makaay; éste dribla a Cañizares, dispara y Naybet marca. Árbitro: Mejuto. Amonestó a Romero, Fran, Víctor, Carboni, Curro Torres, De los Santos y Baraja. Ida de la Supercopa (la vuelta, el día 25). Unos 28.000 espectadores en Riazor.

Es el fútbol en estado puro, sencillo, concentrado, casi minimalista, sin ornamentaciones innecesarias ni alardes superfluos. Hay un algo enigmático y hermoso en Valerón, algo que tiene que ver con esa apabullante naturalidad que desprende su fútbol. Cuando Valerón hace algo, el espectador tiene la sensación de que aquello era inevitable. Ese regate, ese amago, ese pase fueron trazados así no por una ocurrencia súbita, sino porque no podían ser de otro modo, como si alguien hubiese susurrado al oído de Valerón el secreto de las leyes naturales que gobiernan el fútbol y él se limitase a aplicarlas en cada momento con disciplina y precisión. Fuera de Zidane, que en ese aspecto es categoría aparte, probablemente no haya ningún otro futbolista en el mundo con su capacidad para convertir el fútbol en algo tan espontáneo, tan poco forzado, tan desprovisto de artificio y retórica.

Para entenderlo puede ser suficiente con recordar el tercer gol del Deportivo. Valerón sólo intervino un instante mínimo, lo justo para tocar levemente la pelota y cambiarla de dirección. Y en el tiempo de un suspiro, compuso una obra de arte futbolístico. Estaba en los tres cuartos del campo, de espaldas a la portería. Pero él ya sabía que Makaay aguardaba unos metros más adelante, pegado a los centrales, esperando una señal para lanzarse al galope. A Valerón le cayó la pelota, la tocó un poquito, casi de refilón, y allí estaba ya en el pie de Makaay, con todo el camino despejado para lanzarse al duelo solitario con el portero.

Valerón jugó además donde debe hacerlo, en el único lugar donde el fútbol lo reclama: cerca del área, por detrás del delantero, sin obligaciones defensivas ni asuntos de esa índole menor. Simplemente dirigiendo cada balón allí donde las circunstancias lo exigían. Y el Deportivo convirtió la Supercopa en una cuestión de media hora, el tiempo que necesitó para batir tres veces a una defensa con fama de inexpugnable y dejar casi resuelto el primer título de la temporada. Un marcador excesivo para la diferencia entre ambos equipos. Pero nada es excesivo cuando Valerón anda por el medio.

Los dos equipos se habían encargado desde el principio de tapar la boca a los que despachaban la Supercopa como un duelo menor. El verano futbolístico se interrumpió bruscamente en Riazor para ceder el paso a un partido de los de verdad, peleado, intenso, eléctrico, incluso con las dosis de dureza habituales en la competición oficial. El Valencia fue el primero en salir a toda pastilla, pero desperdició la oportunidad de cambiar el curso de la noche con el choque recién desempaquetado. La defensa del Depor se lió tirando el fuera de juego en el primer ataque valencianista, y Angulo se encontró sólo ante Molina. El rechace del portero pareció insuficiente para evitar el gol, porque la pelota le cayó a Rufete, con la portería libre. El tiro le salió bien dirigido, pero algo flojo, y a Naybet le bastó con rozar la pelota para marcar.

Fue la primera aunque no la única concesión del Valencia. Sus defensas anduvieron más lentos que de costumbre, y Cañizares tampoco estuvo a la altura de su prestigio en el segundo gol, en el que no detuvo un disparo muy flojo y dejó que Víctor remachase. El Valencia trató de reaccionar tras el descanso, cuando Benítez se encomendó a Baraja, en precario estado físico, y al discutido Carew. Y acarició un gol que aún le hubiese devuelto la esperanza para el choque de vuelta. Seguramente lo mereció. Pero Valerón ya había dictado su ley.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de agosto de 2002