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Crónica:

El Madrid gana la Supercopa entre lujos

El equipo de Del Bosque superó con facilidad al Feyenoord con un brillante juego con el balón y algunos defectos defensivos

Al Madrid no le descifran en Europa, donde hace estragos con su peculiar juego, relacionado con todo aquello que significa habilidad y lujos, si son necesarios. Y si no, también. El Madrid abruma en Europa por muchas cosas, pero una de ellas es por el devastador efecto que produce en sus rivales, que suelen terminar acomplejados ante tanta escuela. Esto no ocurre en España, donde los equipos encuentran armas contundentes para complicarle la vida: le atacan, le obligan a perseguir la pelota, le involucran en todos los trabajos que detesta. Pero no es el caso en Europa, donde equipos como el Feyenoord terminan fascinados ante los recursos técnicos de los jugadores del Madrid. Cuando se quiso enterar, el Feyenoord había perdido el encuentro que significa la primera Supercopa para el Real Madrid.

REAL MADRID 3| FEYENOORD 1

Real Madrid: Casillas; Salgado, Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Makelele, Cambiasso (Pavón, m. 88); Figo, Raúl, Zidane (Solari, m. 86); y Guti (Portillo, m. 70). Feyenoord: Zoetebier; Gyan (Buffel, m. 72), Van Wonderen, Paauwe, Rzasa; Emerton, Bosvelt, Ono, Lurling; Kalou y Van Hooijdonk. Goles: 1-0. M. 15. Centro raso de Roberto Carlos que Paauwe envía a su propia portería. 2-0. M. 21. Roberto Carlos cede a Cambiasso y éste a Guti, que toca de tacón para Roberto Carlos que marca con la derecha. 2-1. M. 56. Falta al borde del área que Van Hooijdonk coloca directamente en la escuadra derecha de Casillas. 3-1. M. 60. Centro de Figo desde la derecha que cabecea Guto en el segundo palo. Árbitro: Hugh Dallas (Escocia). Unos 25.000 espectadores en el Luis II de Mónaco. El Madrid se proclama campeón de la Supercopa de Europa por vez primera en su historia.

Como ocurre casi siempre, el Madrid pareció vulnerable, pero eso sólo es la mitad de la historia. Parece frágil porque es un equipo sin mucho equilibrio, con mucha más gente capaz de atacar que defender. A los laterales, por ejemplo, hay que tirarles un lazo porque es más fácil verles en el área rival que defendiendo a Casillas. Roberto Carlos puede decir, con razón, que el daño que inflige con sus incursiones es tan evidente que merece la pena correr algunos riesgos defensivos. Al final todos los equipos acaban tan preocupados por detener al lateral brasileño que se olvidan de meterle en problemas defensivos.

Roberto Carlos no quiere perderse la fiesta que significa asociarse a gente como Zidane, Figo, Raúl y compañía. Hace bien. El hombre no sólo se da una alegría, sino que resulta imparable. Participó en los dos primeros goles como un extremo, y de los muy buenos, de los que generan pánico en las defensas por su velocidad, pujanza y precisión. Roberto Carlos fue uno de protagonistas del partido, lo mismo que Zidane, brillante durante toda la noche. De Figo sólo hubo buenas noticias. Quizá no tiene la velocidad de sus mejores tiempos, pero pareció ligero y profundo en su juego, convencido otra vez de su condición de gran futbolista. Tuvo una presencia constante en las jugadas de ataque, y todas las solucionó con la clase de los grandes jugadores.

Hubo otro jugador fundamental: Cambiasso, cuya progresión es una de las mejores noticias para el Madrid. Parece un jugador listo. Sabe que su titularidad depende de hacer las cosas básicas, sin caer en el barroquismo que les está permitido a las estrellas. Cambiasso garantiza una circulación sensata de la pelota, evita a Makelele el trabajo de distribución para el que no está dotado y se asoma al área con regularidad, pero con sensatez. Es un centrocampista, no un un delantero disfrazado de medio.

El Madrid se pareció a su mejor versión mientras dispuso de la pelota. No es un equipo de desmarques, pero tiene recursos formidables en Zidane, Raúl, Figo y Roberto Carlos. Los goles explicaron precisamente la facilidad de estos jugadores para encontrar soluciones. El primer tanto fue un ejemplo de jugada perfectamente ejecutada, por mucho que Paauwe marcara el gol en su portería. La acción comenzó en el centro, siguió por la derecha con Figo, que retrasó hacia Míchel Salgado, conectado con Cambiasso, autor de un espléndido pase a Roberto Carlos, que apareció como un tiro y metió el centro que desvió mal Paauwe. De manual: una jugada que empezó por un costado y terminó por el otro.

El segundo fue un prodigio de precisión con Roberto Carlos, Cambiasso, el taconazo de Guti y la reaparición de Roberto Carlos para rematar. En esa jugada se observó todo aquello que distingue al Madrid. Luego vinieron los problemas del equipo que sufre sin la pelota, y hasta pareció que podía complicarse la victoria con el tiro libre que ejecutó Van Hooydonk. El Feyenoord llegaba con cierta facilidad al área y remataba con alguna frecuencia. Sin embargo, no tuvo oportunidad alguna. El Madrid contestó con la contundencia que acostumbra en Europa, donde juega como una naturalidad extrema, sin apurarse por las contingencias de los partidos. Esa sensación de seguridad quedó plasmada en la jugada del tercer tanto, el que cerró la victoria del Madrid. El balón se desplazó entre pies madridistas ante la mirada perpleja de los holandeses, incapaces de interceptar la jugada, que terminó con un sencillo centro de Figo, perfectamente rematado por Guti, delantero a la fuerza porque Morientes estaba en la grada mientras se discutía su futuro. No pudo sumarse a la fiesta de un equipo que funciona como un reloj en Europa, donde nadie consigue descifrar el misterio de su juego.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de agosto de 2002