El presidente de la República de Irán, el hoyatoleslam Mohamed Jatamí, llegará hoy a Madrid porque trata de multiplicar sus contactos con Occidente a fin de romper el aislamiento del régimen islámico, pese a las reticencias de Estados Unidos. El presidente del Gobierno, José María Aznar, le recibirá sin remilgos, porque ha dejado claro que su diseño de una España fuerte en el mundo le exige estar en la primera línea del diálogo con Irán. En cualquier caso, cada salida de Jatamí enfrenta al líder iraní con las dudas extendidas sobre si le queda todavía capacidad para seguir reformando su país.
El interés español de este viaje hay que leerlo más en clave política que económica
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La reelección de Jatamí, por una aplastante mayoría del 76,9% de los votos, el pasado mes de mayo, no ha impedido que prosigan las condenas a muerte, los encarcelamientos de periodistas, las guerras santas contra antenas parabólicas y cibercafés, ni las irrupciones ocasionales de la policía en las casas de los que aprovechan la intimidad del hogar para liberarse del peso asfixiante de la ley islámica sobre la vida cotidiana. Todo ello contribuye a la duda de si un régimen teocrático puede llegar, en definitiva, a pautas de conducta compatibles con los criterios mínimos occidentales en materia de derechos humanos.
En concreto, el interrogante que se plantea es si el "islamismo democrático" de Jatamí tiene todavía margen para reformar Irán en difícil convivencia con el liderazgo "espiritual" representado por el ayatolá Alí Hoseini Jamenei y el sector más conservador que se identifica con el ex presidente hoyatoleslam Alí Akbar Rafsanjani, quien tiene influencia en buena parte del mundo económico y dificulta también las reformas en ese sector, que son las que, a corto plazo, parecen tener más futuro. El propio Jatamí reconoció hace dos años que sus esfuerzos reformistas han tenido un esfuerzo muy relativo en todos los terrenos.
En el Ministerio de Asuntos Exteriores español se señala, ante este interrogante, que "es sabido que la situación de los derechos humanos en Irán es motivo de gran preocupación", e incluso "no se oculta la sensación de que [Jatamí] se está quedando corto con respecto a las expectativas del voto masivo que recibió" en mayo.
Pero en el triple escenario que se plantea -que Jatamí triunfe, que los conservadores terminen imponiéndose o que ambos sectores pacten-, el Gobierno español opta por expresar su apoyo a Jatamí en tanto que "jefe que encarna las aspiraciones de cambio de una gran mayoría de la población iraní" y única autoridad suprema electa, "que será recibido como jefe del Estado".
Siguiendo esta línea, insiste la diplomacia española, el Gobierno no hace más que secundar la política europea de mantener un "diálogo crítico" con Irán y su posterior desarrollo hasta el actual "diálogo global" orientado a lograr avances paralelos en materia de relaciones económicas y derechos humanos. Washington mantiene, en cambio, su enfoque sancionador, ya que incluye a Irán en el "eje del mal" enunciado por el presidente George Bush.
El Gobierno de José María Aznar ha querido desempeñar un papel destacado en la formación de ese consenso europeo. Así, en medios diplomáticos se recuerda estos días que la presidencia española se preocupó, durante la primera mitad de este año, de vencer las eventuales resistencias de Estados Unidos para lograr el mandato del Acuerdo de Cooperación Económica que la UE va a negociar con Irán. España ha tratado de desempeñar también un papel en la institucionalización del diálogo sobre derechos humanos que comenzará en diciembre "sin condiciones previas", según se destaca en Exteriores, de modo que la Unión queda en libertad de seguir proponiendo cada año, como ha hecho hasta ahora, la condena del régimen iraní en la comisión pertinente de la ONU.
Pero el mayor gesto de protagonismo de Aznar en el diálogo con el régimen islámico fue la visita que giró a Teherán e Isfahán, el 21 y 22 de octubre de 2000. Fue el primer líder español que pisó el país, si se exceptúa la visita de los Reyes al Irán del shah, en 1978. Por lo que se refiere a Europa y con posterioridad a la reanudación de las relaciones euroiraníes en 1998, sólo los líderes de Austria, Grecia e Italia, el país de la UE que más relaciones económicas tiene con Irán, precedieron a Aznar en este viaje.
El interés español en el diálogo con Irán hay que leerlo más en clave política que económica, sobre todo desde que la actual coyuntura ha moderado el entusiasmo de empresas como Repsol-YPF o Cepsa por proyectos energéticos que requieren enormes inversiones. El problema puntual de los intercambios actuales se reduce a un modesto déficit de medio millón de euros.
Es probable que, con decisiones como la de suprimir el habitual almuerzo que ofrece a los huéspedes de Estado, debido oficialmente al problema protocolario planteado por el vino, o la de no acompañar a Jatamí al seminario empresarial hispano-iraní que inaugurará en Madrid, Aznar haya querido también señalar una pequeña distancia diplomática al amigo americano, aunque esencialmente éste acepte y se interese por estos contactos.
Temas como Afganistán o Irak, donde Irán se preocupa por el cambio de un statu quo que le favorece, encabezan la agenda política, que incluirá la exigencia europea de que Teherán modere su radicalismo en Oriente Próximo y dé mayores garantías de no proliferación de armas de destrucción masiva. Aznar espera también que Jatamí reitere su compromiso en la lucha contra el terrorismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de octubre de 2002