"Sólo lamento llegar al poder 22 años después de la muerte de mi madre", declaró ayer un emocionado Luiz Inácio Lula da Silva a la salida del colegio electoral donde votó. Allí mismo anunció a los brasileños la llegada de una "nueva era". Fue tal vez lo más reseñable de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, que se celebraron con total normalidad, mucha rapidez y en un ambiente festivo. No se produjeron incidentes de importancia durante la jornada, en la que cada elector no superó de media los 30 segundos para votar con el modernísimo sistema de urnas electrónicas.
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Como prevenir es mejor que curar, el Gobierno, que ha hecho durante los últimos tiempos alarde de querer hacer una transición tranquila y democrática, volvió a utilizar al Ejército para ayudar a las policías civil y militar en los Estados más conflictivos, como Río de Janeiro, São Paulo, el Distrito Federal de Brasilia y algunos Estados de la zona amazónica y del interior, donde reinan los famosos fazenderos, dueños de millones de hectáreas de tierra.
Los indios, hasta los que llegaron las urnas electrónicas en pequeños aviones tras muchas horas de vuelo, se negaron a que las elecciones fueran controladas y vigiladas por la policía civil y militar, con las que suelen mantener malas relaciones, ya que en muchas ocasiones se venden a los grandes terratenientes que intentan penetrar en sus reservas para despojarles de sus riquezas naturales. Por ello, pidieron que las elecciones fuesen controladas por el Ejército, de quien se fiaban más. Los indios, en el primer turno, votaron casi masivamente a favor de Lula, el candidato de la izquierda.
Los brasileños fueron ayer a votar desde muy temprano. Algunos estaban en la fila ya desde las cinco de la mañana, cuando las urnas se abrían sólo a las ocho. Las elecciones fueron para ellos una fiesta democrática. Era la octava vez desde la redemocratización de 1945 en que se votaba en libertad. Y va a ser la primera vez que un presidente, Fernando Henrique Cardoso, acabará normalmente sus dos mandatos (ocho años). Ninguno de los otros presidentes finalizó su mandato. Dejaron el cargo antes, murieron, a veces de forma misteriosa, renunciaron o fueron destituidos, como en el caso de Fernando Collor de Mello, que era el primer presidente votado libremente después de los gobiernos militares y que ganó las elecciones precisamente contra Lula.
El ambiente festivo reinó ayer en todo el país, incluso en las ciudades como Río de Janeiro, donde el miedo a las acciones del narcotráfico hizo que estuvieran vigiladas desde la noche anterior por más de 50.000 hombres -12.000 de ellos del Ejército- y por carros blindados que patrullaron las calles.
Imágenes agotadas
Los seguidores de Lula no esperaron el resultado de las urnas para celebrar la victoria de su líder, y el color rojo, símbolo del Partido de los Trabajadores (PT), destacaba ayer por todas partes. Las máscaras con la efigie de Lula y las camisetas con el signo del partido se habían agotado en las tiendas y sus seguidores se colocaron cualquier prenda de color rojo para distinguirse. Los grandes diarios le habían dado razón por la mañana cuando salieron a la calle con títulos como "Hoy comienza una nueva era" (O Globo) y "Un ex obrero será elegido hoy presidente" (Jornal do Brasil).
Que Lula era el favorito quedó claro cuando el líder del PT se presentó a votar a las 10.30 de la mañana (hora local) en su pueblo de São Bernardo de Campos, en el Estado de São Paulo. Las fuerzas del orden se las vieron y se las desearon para conducirlo hasta la urna, medio aplastado por la gente y por los cientos de fotógrafos que se habían dado cita. En mangas de camisa y acompañado por su mujer, Marisa, y por la alcaldesa de São Paulo, la petista Marta Suplicy, Lula salió de la cabina haciendo con ambas manos el signo de la victoria. Su contrincante, José Serra, votó en la zona sur (la rica) de la ciudad de São Paulo y siguió afirmando hasta el último momento que estaba seguro de que las urnas darían una sorpresa y que sería el nuevo presidente.
En Río de Janeiro, el evangélico ex candidato Anthony Garotinho votó anunciando que había elegido a Lula, pero sin querer desvelar si va a aceptar entrar en el nuevo Gobierno de izquierdas. Era el más joven de los candidatos, con apenas 40 años, y consiguió, además de 15 millones de votos, casi sin medios para hacer campaña, la elección en el primer turno de su mujer, Rosinha Matheus, sin experiencia política, que gobernará Río, el segundo mayor Estado del país. Garotinho se reserva para las próximas elecciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de octubre de 2002