En manos del hercúleo Valencia, el Barça fue un equipo de plastilina como viene siendo costumbre. No es extraño consecuentemente que se repitiera también la bronca de la hinchada, que a coro pidió que, a falta de soluciones, alguien tenga al menos la dignidad de dimitir. El equipo es al fin y al cabo fiel reflejo del club. Hay momentos en que parece que va a desaparecer, para luego sobrevivir en las circunstancias más extremas, y después acabar rindiéndose con el viento a favor, jugando en superioridad numérica.
BARCELONA 2 - VALENCIA 4
Barcelona: Bonano; Puyol, Gabri (Mendieta, m.45), Frank de Boer, Cocu; Rochemback (Riquelme, m.37), Xavi, Motta (Saviola, m.67); Iniesta; Kluivert y Overmars. Valencia: Cañizares; Garrido, Ayala, Pellegrino, Fabio Aurelio; Rufete, Albelda, Baraja (Palop, m. 43), Vicente (Carboni, m.76); Aimar (De los Santos, m.57); y Carew. Goles: 0-1. M. 12. Rochemback falla en una cesión a Gabri, Baraja roba la pelota y cede a Aimar, que marca pese a la oposición de De Boer. 0-2. M. 25. Carew cabecea cruzado limpiamente un córner sacado por Aimar desde la banda izquierda. 1-2. M. 38. Xavi se anticipa a Baraja y asiste de primera a Motta, que tras enredarse, recorta a dos defensas y marca de tiro cruzado precioso. 1-3. M. 83. Jugada personal de Fabio Aurelio, quien, tras recortar a De Boer y Bonano, remata con la zurda un pase de Carew, que aprovecha un despeje fallido de Puyol. 1-4. M. 87. Rufete cruza desde la derecha un pase de Albelda. 2-4. M. 89. Kluivert remata un centro de la Overmars. Árbitro: Rodríguez Santiago. Expulsó a Cañizares por derribar a Kluivert siendo el último hombre (m. 41). Amonestó a Motta y Garrido. Camp Nou: unos 75.000 espectadores.
La autoridad futbolística del Valencia resultó de salida incuestionable en un campo que, por otra parte, ha perdido embrujo y poderío, incapaz de sostener a tan poca cosa como a veces parece el Barça. El factor campo agrandó la inferioridad del Barcelona, sometido a una tunda escalofriante nada más comenzar el partido. A la hinchada le entró tal pánico que más que silbar, como es costumbre, se apiadó de sus futbolistas, a los que Van Gaal dejó a la intemperie, expuestos a la saña de un rival que dominaba todas las facetas del juego.
En tanto que campeón, en calidad de equipo más trabajado y mejor organizado, el Valencia tomó el Camp Nou con la misma comodidad que juega en Mestalla. No había pasado media hora y ya llevaba dos goles de ventaja al Barça, muy mal montado, partido por la mitad, escaso de medios y sin defensa, vendido desde el banquillo. Las concesiones en las marcas expresaron la diferencia entre unos y otros tanto desde el punto de vista del talento como del físico.
Carew le sacaba dos cuerpos en cada carrera a Gabri, que es cualquier cosa menos un central, y un cuello a Cocu en todos los saques de esquina con la misma naturalidad que Aimar eliminaba a Rochemback en cuanto recibía la pelota de Baraja. Los pivotes del Valencia rompieron el partido por la divisoria y los jugadores de Benítez llegaban siempre en superioridad al área de Bonano. Por un momento pareció que el Valencia estaba en disposición de saquear el estadio azulgrana.
Ante la flojera defensiva y el desequilibrio en la media, el Barcelona encontró alivio en la disponibilitad de Iniesta y la carrera de Overmars, que enfrentó a Garrido con el descaro suficiente para que su equipo y la hinchada sintiera que aún quedaba partido. Xavi entendió el mensaje como excelente medio centro que es y lanzó al Barça a por el Valencia mientras la afición se frotaba las manos porque, rendido Van Gaal, Riquelme ya calentaba, dispuesto a asumir el mando.
La nueva propuesta azulgrana desconcertó al Valencia, que salió trasquilado del nervio que adquirió la contienda, del ir y venir, del partido vertiginoso que armó el triángulo Xavi-Kluivert-Overmars. Motta marcó en el momento oportuno para el Barcelona en una jugada en la que Xavi estuvo tan lúcido cortando como sirviendo. El gol cambió el discurso del encuentro y el Valencia puso el retrovisor. Excitado, caliente por la concesión, el equipo de Benítez se desestructuró, convencido de que se encontraría con un tercer gol con la misma facilidad que había alcanzado los otros dos. Y se equivocó.
Xavi se puso en el punto justo para abortar las transiciones del rival y lanzar a sus delanteros, y el Valencia perdió el sitio y Benítez los papeles: estando el partido en su punto más caliente, Cañizares derribó a Kluivert en un mano a mano que el juez de línea dio por bueno y acabó con la expulsión del portero, que no podía tener peor reaparición. El entrenador retiró entonces de manera sorprendente a Baraja en un gesto defensivo ratificado en el primer tramo del segundo tiempo con la sustitución de Aimar.
El Valencia empeoró en la misma medida que el Barcelona mejoró. Puyol se pegó a Carew mientras Mendieta, sustituto de Gabri, reforzaba el medio campo. El partido perdió intensidad, brío y hasta emoción, y en contrapartida se volvió más cuerdo. Desde la racionalidad, los azulgrana obligaron al Valencia a recuperar su condición de visitante y, consecuentemente, a taparse, buscando el contragolpe más que el ataque, administrando defensivamente la ventaja adquirida en un arranque frenético. Para nada le interesaba volver a intercambiar golpes y conceder nuevas ocasiones de gol al rival, que había llegado a portería sin necesidad de jugar al fútbol.
Obligado a llevar la iniciativa, al Barça le faltó capacidad para desequilibrar como ya viene sucediendo con reiteración. A excepción de Overmars, que en cualquier caso siempre le pudo al novel Garrido, no tiene jugadores de banda, sobre todo en el flanco derecho, siempre desasistido. Le cuesta poner un buen centro, aclarar el área, abrir la defensa para la llegada de la segunda línea, una de las más estériles del campeonato español. Tampoco tienen gol los delanteros, así que el Valencia reculó de mala manera, confiando tanto en su oficio defensivo como en la incapacidad barcelonista para resolver en ataque estático. Le avalaba el marcador y, sobre todo, jugar con uno menos en el Camp Nou. Ahí penó justamente el Barcelona, que desaprovechó la superioridad numérica para darle la vuelta a un partido que había corregido bien. A la contra, el Valencia resolvió y desencadenó la bronca del Camp Nou en un final volcánico, con goles en una y otra portería, griterío en la grada y correrías en el palo. El Camp Nou exigió medidas antes de volverse a jugar otro partido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de enero de 2003