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AMENAZA DE GUERRA | La brecha transatlántica

La OTAN activa la ayuda preventiva a Turquía tras una tensa negociación

Bélgica levanta el bloqueo después de que la Alianza reconozca el papel de la ONU en la crisis

La Alianza Atlántica cerró esta madrugada su grave crisis sobre Irak con un compromiso de mínimos que permite activar los planes de ayuda preventiva a Turquía, como deseaba Estados Unidos, pero que subraya también el deseo de que se halle una solución en el marco de Naciones Unidas, como querían Francia, Alemania y Bélgica. Este último país echó un auténtico pulso de hierro a Washington de 13 horas ayer y amenazó con seguir bloqueando toda la operación si no se daba satisfacción a sus demandas. A pesar de todo, la referencia al papel de la ONU no es tan clara como quería Bruselas.

"Hemos levantado las reservas porque se ha dado satisfacción a buena parte de nuestras peticiones y en particular se ha hecho una referencia explícita al marco de Naciones Unidas para la resolución pacífica de la crisis iraquí", afirmaba un portavoz oficial belga. Sin embargo, la alusión a la ONU no es tan clara como quería Bruselas, que llegó incluso a vincular todo a una segunda resolución de la ONU, lo cual fue considerado como inaceptable por EE UU.

"Continuamos apoyando los esfuerzos de Naciones Unidas para encontrar una solución pacífica a la crisis. Esta decisión concierne sólo a la defensa de Turquía", dice uno de los apartados del texto aprobado ayer.

"Mi obligación es buscar el consenso y por fin lo hemos logrado", manifestó al filo de la medianoche George Robertson, secretario general de la organización, que sale seriamente tocado de esta larga agonía de casi un mes, con peleas a la luz pública, en opinión de analistas y diplomáticos. La fractura entre EE UU y Francia se agranda, y crece el escepticismo norteamericano sobre la utilidad de esta organización con más de medio siglo de vida.

"Habría sido mejor que el acuerdo hubiera sido a 19 y no a 18", dijo lord Robertson anoche al referirse a Francia, que no suscribió el acuerdo por no ser miembro del Comité de Planes de Defensa (CPD) al haberse retirado en 1966 de la estructura militar de los aliados. París había dado el sábado el visto bueno al paquete de medidas -aviones rádar AWACS, misiles antimisiles Patriot y unidades para la lucha química y biológica-, pero también expresado el deseo de que fuera acompañado de una declaración política del Consejo Atlántico, el órgano político de la institución.

El último recurso

Sin embargo, ni norteamericanos ni británicos dieron tal satisfacción al Gobierno francés, que tuvo que recurrir por separado a un comunicado conjunto firmado con alemanes y belgas. Además de reafirmar "su determinación a respetar las obligaciones del Tratado del Atlántico Norte respecto a su aliados, y especialmente Turquía", el texto tripartito subraya también que "el uso de la fuerza debe ser considerado el último recurso" y que "no todas las opciones ofrecidas por la resolución 1.441 han sido explotadas".

Los tres advierten igualmente que la implementación de medidas no de planificación sino de acción que pudieran prooner las autoridades militares atlánticas exigirá una nueva decisión.

Robertson declaró anoche en una breve rueda de prensa que estas medidas, calificadas como "preventivas, disuasorias y prudentes" no "significan un paso hacia la guerra". La Alianza, dijo, apoya el cumplimiento de esa resolución aprobada por el Consejo de Seguridad en noviembre y que obliga al desarme iraquí.

La nueva parálisis del domingo fue debida a un giro de Bélgica, que puso sobre la mesa del Comité de Planes de Defensa una serie de enmiendas al paquete de ayuda a los turcos y amenazó con seguir bloqueándolo hasta que no diera satisfacción a las mismas. "No vamos a ceder", anunciaba a media tarde el ministro de Exteriores belga. Louis Michel, tras hablar con su embajador.

El Gobierno de centroizquierda belga puso el listón de la negociación muy alto al colocar tres condiciones demasiado precisas: las medidas debían limitarse a la protección de Turquía; no debían constituir un paso hacia la preparación de una guerra contra Irak; y sobre todo debían tener en cuenta la evolución de la negociación iraquí en la ONU y una eventual segunda resolución por la que se contemplara el recurso a la fuerza si Sadam incumple con las exigencias de desarme.

"La seguridad de Turquía no puede depender de políticas locales", decía una fuente diplomática. "La OTAN no puede estar sujeta a caprichos de políticos que desfilan por las calles en una manifestación ", agregaba. Y ahí comenzó el drama, con constantes interrupciones para que los embajadores llamaran a sus capitales en petición de instrucciones. Y descabaló una vez más el guión que lord Robertson y Washington habían preparado para que finalmente la Alianza cerrará una de sus crisis más graves, abierta el pasado 15 de enero.

"Está siendo un debate muy duro", revelaba por la tarde el ministro de Exteriores belga, Louis Michel, al ser informado por su embajador de la evolución de los trabajos. Bélgica iniciaba un desesperado pulso de hierro de "todos contra uno", más aislado que nunca una vez que Alemania, el otro compañero de ruta, arrojaba la toalla.

La resistencia de un Gobierno arco iris

"Resiste, Louis", se leía en una de las pancartas de la manifestación contra la guerra el sábado por la tarde en Bruselas en alusión al ministro belga de Asuntos Exteriores, Louis Michel, y en apoyo al pulso político que en el último minuto le echó Bélgica a EE UU en el seno de la OTAN. Michel, liberal valón, forma parte de la llamada coalición arco iris, una plataforma de liberales, socialistas y ecologistas que gobierna el país desde junio de 1999.

Algunos interpretan el gesto en clave electoral. Cuando un periodista cubano norteamericano lo insinuó este fin de semana en un programa de debate en televisión en presencia de Michel y de su colega de Defensa, el socialista André Flahaut, éste le contestó muy seco que lo consideraba un insulto. Bélgica tiene elecciones en mayo y la opinión pública se muestra, como en el resto de la UE, en contra de una guerra en Irak.

Michel es un aguerrido político, de verbo incontenido y a veces poco diplomático, pero cae bien entre los ciudadanos, al igual que el primer ministro Guy Verhofstadt. En cuatro años han revitalizado la ética política en un país sumergido antes en la incompetencia, el chalaneo y la corrupción de Gobiernos de coalición entre democristianos y socialistas.

El Ejecutivo de Verhofstadt ha dado en este tiempo un sello progresista a la política exterior de este pequeño país de 10 millones al poner especial énfasis en la defensa de los principios y de los valores democráticos. Se distinguió en el caso Pinochet, buscando alguna fórmula que permitiera su procesamiento en Bélgica, al igual que con el primer ministro israelí, Ariel Sharon, y criticó los comentarios racistas de Silvio Berlusconi tras el 11-S. Pero sobre todo estuvo en la vanguardia de la UE a la hora de restringir las relaciones con el canciller austriaco, Wolfgang Schüssel, tras formar Gobierno con el ultra Jörg Haider.

Bélgica dentro de la Alianza pasa por ser uno de los socios que más interés ha puesto en potenciar al máximo las nuevas relaciones con la Rusia de Vladímir Putin, que desde mayo pasado goza de un privilegio de igual a igual con los demás miembros de esta cada vez más cuestionada institución a través del Consejo OTAN-Rusia.

Pero no faltan quienes en el seno de la OTAN tildan a Verhofstadt y sus compañeros de "irresponsables, ridículos y oportunistas" y les acusan de hacer el juego a Francia y de poner en peligro la unidad de la organización. "No vamos a ceder", decía a mediodía Louis Michel.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de febrero de 2003

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