Raúl no permite que nadie la haga sombra en el Madrid. Nadie puede hacerlo con actuaciones como la que protagonizó ayer, la última de una saga de partidazos. Cuando llegan las noches decisivas y el Madrid requiere a sus figuras, Raúl se eleva sobre todos para ganar los partidos con sus goles, con su despliegue, con su astucia, con su incomparable determinación. En una noche crucial y emotiva, el Bernabéu se rindió ante el héroe, autor de dos goles y de un partido inolvidable, recibido por la hinchada de forma clamorosa.
REAL MADRID 3 - MILAN 1
Real Madrid: Casillas; Salgado, Pavón, Helguera, Roberto Carlos; Makelele, Flavio; Figo, Raúl (Portillo, m. 90), Zidane (Solari, m. 88); y Ronaldo (Guti, m. 67).
Milan: Abbiati; Simic (Nesta, m. 62), Laursen, Costacurta, Maldini; Brocchi, Redondo (Pirlo, m. 77), Seedorf, Dalla Bona (Rui Costa, m. 46); Rivaldo; y Shevchenko.
Goles: 1-0. M. 12. Pared de Ronaldo con Raúl dentro del área, y el capitán marca con la zurda. 2-0. M. 57. Raúl recibe de Roberto Carlos al borde del área grande, se deshace con un regate de Redondo y Laursen y con la derecha coloca el balón en la escuadra. 2-1. M. 82. Centro de Maldini que Rivaldo cabecea picado. 3-1. M. 86. Guti, tras un rechace del portero.
Árbitro: Milton Nielsen (Dinamarca). Amonestó a Roberto Carlos y Dalla Bona.
Unos 76.000 espectadores en el Bernabéu.
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El aroma del viejo fútbol presidió un duelo que vino condicionado por las urgencias del Madrid y por la tranquilidad del Milan, que sacó a unos cuantos picapedreros -Brocchi y Dalla Bona, los más notables- para hacer bulto. Pero el partido tenía historia porque en estos dos equipos descansa principalmente el prestigio de la Copa de Europa, y también porque había protagonistas de gancho. A la cabeza de todos estuvo Redondo, curioso icono del madridismo. El mismo público que le rechazó durante años, le ovacionó con entusiasmo. A Redondo le correspondió en el Madrid ganarse día a día el afecto de la gente, tarea ciclópea que comenzó entre abucheos y recelos. Que ganó el desafío, no hay duda. La hinchada le recibió ayer como a un ídolo, entregada a un jugador peculiar, de los que no dejan indiferente al personal, se le quiera o se le deteste. También llegó Rivaldo con el equipo italiano. El público no olvidó su pasado azulgrana y ciertas noches memorables protagonizadas por el zurdo brasileño. Le silbaron, por supuesto. Fue el único que recibió la enemiga del Bernabéu, que no pudo ocultar la admiración que le produce Maldini, el último mohicano del gran Milan. Este formidable defensa dio otra lección de sabiduría, como si los años no le hubieran dejado huella alguna.
Se anticipaban, en definitiva, las buenas historias que urden los equipos que han visto y ganado mucho. Y en esas historias de letra grande no faltará Raúl, autor de un partido colosal, una vez más en un evento decisivo, que es cuando cuenta. La hinchada madridista, tan poco emotiva con sus jugadores, no pudo reprimir su entusiasmo con este futbolista irrepetible. Corearon su nombre tras el segundo gol, crucial porque se produjo en un momento delicado para el Madrid. Había entrado Rui Costa en la segunda parte y el Milan anunciaba peligro en las jugadas de ataque, muchas de las cuales manifestaban el sufrimiento defensivo del Madrid. De aquellos minutos de desconcierto surgió una maravilla inaugurada por Zidane y coronada por Raúl, cuya astucia se dispara ante la inminencia del gol. Con un amago y un giro eléctrico se escapó de Redondo y de Laursen, que no pudo evitar un gesto de estupor. De repente, sólo tenía enfrente una sombra. Raúl no estaba allí. Se había perfilado para el remate, un derechazo impecable que entró por la escuadra y levantó un clamor en el Bernabéu. No podía ser de otra manera. La gente tenía que reconocer su agradecimiento al futbolista que tantas veces ha sacado al Madrid del barro, el jugador que es capaz de apartar a todas las figuras mundiales para convertirse en el protagonista de la noche. Partidos como éste deberían pesar decisivamente en la consideración que no ha obtenido todavía Raúl en ciertas cancillerías, las que otorgan premios con más alegría de la cuenta.
Raúl fue principio y final del Madrid. Marcó el primer gol en una perfecta conexión con Ronaldo, exquisito en el pase a Raúl. El tanto venía a significar la autoridad del Madrid en un aspecto esencial del partido: la capacidad para generar ocasiones de gol. Más que juego, el Madrid tuvo ingenio para llegar al área. Sólo así se explican sus cinco oportunidades en el primer tiempo, dos de Ronaldo y tres de Raúl, que estuvo desatado durante todo el encuentro. Había en su despliegue la efervescencia del jugador que sabe la trascendencia del encuentro. Lo jugó como si fuera la final de la Copa de Europa, y de alguna manera así lo era. El Madrid, que había perdido pie en los dos primeros partidos de la ronda, no podía equivocarse. Nadie fue más consciente de ello que Raúl, aunque no le faltó ayuda en gente como Helguera y Pavón, intachables durante todo el partido.
El Milan no se asomó al área del Madrid en la primera parte, pero dejó detalles en la segunda. Ayudó el ingreso de Rui Costa. De repente el arsenal del equipo italiano era de gran calibre: Seedorf, Rui Costa, Rivaldo y Shevchenko. Eso suena a ataque temible. Por un instante, el Madrid dudó y el partido cambió de registro. Cada vez se jugaba más cerca del área de Casillas y cada vez eran menos frecuentes las jugadas del Madrid. Pero fue entonces cuando apareció Raúl para ganar el partido, o para poner el colchón de seguridad necesario, pues no faltó el clásico gol de Rivaldo, que en el Bernabéu se las pinta. No hubo tiempo para el temor en las filas madridistas porque Raúl dejó la firma en el listísimo pase a Zidane que significó el tercer gol. Lo marcó Guti, otro que recibe el reconocimiento mucho más tarde de lo que merece. Parece que es el destino de los grandes en el Madrid: Redondo, Guti y hasta Raúl, cuyo nombre comenzó a corearse antes de ayer como quien dice.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de marzo de 2003