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Crónica:FÚTBOL | La jornada de Liga

Arrollador Ronaldo

El delantero, con dos goles, castiga con dureza al Valencia y otorga un triunfo vital al Madrid

Ronaldo pasó por Mestalla y dejó la firma de los jugadores especiales, los que se salen del trámite y ganan partidos. Ronaldo ganó éste, uno decisivo para el Madrid, en un campo inhóspito, frente al campeón, en unas circunstancias delicadas para su equipo, cuya fatiga es evidente. Fuera cual fuera la situación, y no parecía la más amable para su equipo, Ronaldo fue un trueno. De su formidable contribución a los mejores momentos del Madrid hay fechas y goles. Probablemente ninguna será más significativa que la de Mestalla, donde el Valencia se rindió a la jerarquía de un delantero excepcional.

VALENCIA 1 - REAL MADRID 2

Valencia: Cañizares; Ayala, Djukic, Pellegrino (Mista, m. 83), Carboni (Kily González, m. 69); Marchena, Baraja; Vicente (Rufete, m. 60), Aimar, Fabio Aurelio; y Carew.
Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Helguera, Pavón, Roberto Carlos; Flavio, Guti; Figo (Cambiasso, m. 83), Raúl (Solari, m. 90), Zidane y Ronaldo (Morientes, m. 86).
Goles: 1-0. M. 25. Centro de Figo y Ronaldo, solo ante Cañizares, marca de cabeza. 1-1. M. 31. Fabio Aurelio dispara cruzado al borde del área. 1-2. M. 64. Centro de Figo sobre Ronaldo desde el centro del campo, éste para la pelota con habilidad, regatea a Cañizares y marca.
Árbitro: Pino Zamorano. Amonestó a Carboni, Marchena, Guti y Ayala.
Unos 53.000 espectadores en Mestalla.

El Madrid pasó por Mestalla con un aire fatigado, pendiente de resolver el partido con algún detalle de sus estrellas, que no están para grandes cosas. Ni tan siquiera se sintió empujado por la necesidad, ahora que no puede permitirse despistes en la pelea por el título. Jugó al paso, con un abuso de toques que sólo prometía algo cuando los dueños de la pelota eran Zidane o Guti, los únicos capaces de salirse de la rutina. Es viejo que el Madrid prefiere esta clase de juego, pero cualquiera le ve venir en estos tiempos. Fuera de Ronaldo, el único que puede acelerar, no hay nadie que se salga de la masticación. Que Figo no pueda desbordar o que Roberto Carlos haya perdido gas de forma alarmante, añade más problemas para un equipo que ahora tampoco puede utilizar los costados. Lo que tiene el Madrid es una reserva de inspiración, la posibilidad de que se le encienda la bombilla a cualquiera de sus figuras. Es decir, de convertir un partido en un asunto privado, sin apenas relación con el juego. Eso es lo que sucedió en Mestalla, donde el devastador poder de Ronaldo se puso de manifiesto nuevamente. Marcó dos goles, se sacó tres remates más y dejó en evidencia a los defensas del Valencia. No hubo forma de detenerle. En uno de los partidos más exigentes, con el título al fondo, Ronaldo confirmó que es una garantía en los momentos decisivos.

Las últimas jornadas han demostrado el sufrimiento del Madrid frente a rivales agresivos, que le niegan el balón, que ponen a prueba su deficiente rendimiento defensivo, que le impiden la cómoda circulación de la pelota, por rutinaria que parezca.Contra pronóstico y contra los antecedentes que apuntaban a un partido de alta tensión, el Valencia permitió el juego que le convenía al Madrid. El Valencia no tiene la vitalidad de la temporada anterior, ni el fútbol urgente que le proclamó campeón. Ha regresado a su condición de equipo ordenado, un poco especulador y mecánico. Pero sin vitalidad tampoco hay firmeza defensiva. Miró el juego despacioso del Madrid y fracasó con Ronaldo, que hizo sangre en su defensa. También le falta la contribución de jugadores básicos. Baraja no es el futbolista intrépido que causaba estragos por su dinamismo y su olfato para sorprender en el área. Lo mismo cabe decir de Vicente, ubicado en esta ocasión en la banda derecha. Es decir, a contrapié. De alguna manera, Vicente resumió la situación del Valencia: ofuscado, tristón y fuera de sitio.

Si una alineación envía un mensaje, la del Valencia fue de signo conservador. O al menos, la de un equipo desconfiado de su poder. Fabio Aurelio jugó por delante de Carboni, Ayala apareció como lateral derecho, lo que abundaba en la idea defensiva y en la ausencia de profundidad. Todo quedaba al albur de Aimar y del efecto Carew. El gigantesco delantero metió en problemas a Helguera en los primeros minutos. Ganaba por velocidad y por centímetros, pero terminó por convertirse en un factor irrelevante. Mientras Carew y Aimar tuvieron algo que decir, y eso sólo ocurrió en la primera parte, la defensa del Madrid sufrió como de costumbre. Aimar remató en cuatro ocasiones, algunas en jugadas que señalaron la permisiva actitud de los defensas madridistas,y Carew estuvo cerca de marcar en un remate que obligó a una espectacular estirada de Casillas. Para entonces, se sabía que Ronaldo era una amenaza en cada una de sus acciones. Su velocidad fue excesiva para Djukic y Pellegrino, ninguno de los cuales se distingue por su rapidez. Lo extraño es que marcara en un cabezazo que no encontró respuesta en los centrales. Fue una jugada que el Valencia no acostumbraba a conceder. Pero esos eran otros tiempos.

El gol no sacó al Madrid de su manera. Y el empate, tampoco. Salgado y Figo se enredaron, perdieron la pelota y se encontraron con lo inevitable: el tanto de Fabio Aurelio. Típica distracción de un equipo que asume riesgos intolerables en ciertas ocasiones. Podía esperarse un arreón del Valencia, pero no ocurrió. Todo lo contrario. Se salió del partido de forma flagrante, entre los abucheos de su hinchada. El Madrid jugó frente a sombras durante el segundo tiempo, sin ningún contratiempo defensivo -Pavón regresó con éxito- y con la fascinante autoridad de Guti. Del resto se encargó Ronaldo, autor del segundo gol en una jugada que significó sus innumerables recursos en el mano a mano frente a los porteros. Que lo diga Cañizares. Que lo digan los defensas del Valencia en una noche que corona a Ronaldo como portavoz del Madrid que peleará hasta el último minuto por el título.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 25 de mayo de 2003