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Crónica:FÚTBOL | Partido de vuelta de la Supercopa

Al Madrid sólo le salva la pegada

El equipo de Queiroz gana el título al Mallorca, pero muestra ciertas carencias en varias posiciones

Con más goles que juego, el Madrid dejó anoche algunos síntomas inquietantes. Se sacudió al Mallorca con menos sencillez de la aparentada por el marcador, sostenido de nuevo por su capacidad para desbocarse en la portería rival y tapar así ciertas carencias. Las mismas virtudes que en temporadas precedentes y algunos defectos acentuados en el capítulo defensivo. Queiroz tiene una ardua misión por delante pero la victoria le resultará balsámica durante un rato, una vez que se habían encendido algunas alarmas. Y no todas se disiparon ayer.

REAL MADRID 3 - MALLORCA 0

Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera, Bravo, Roberto Carlos; Cambiasso; Beckham, Zidane, Figo (Solari, m.80); Raúl (Guti, m.67 (Porillo, m.86) ) y Ronaldo.

Mallorca: Franco; Cortés, Niño (Stankovic, m.76), Nadal, Poli; Campano (Pereira, m. 56), Marcos (Nagore, m.85), Toni González; Ibagaza; Bruggink y Eto'o.

Goles: 1-0. M. 45. Zidane tira, Roberto Carlos atrapa el rechace de Franco, pasa a Raúl, y el capitán define. 2-0. M. 52. Ronaldo se va por velocidad y ajusta el disparo. 3-0. M. 72. Beckham cabecea un centro de Ronaldo.

Árbitro: Iturralde. Amonestó a Ibagaza y Niño.

50.000 espectadores en el Bernabéu.

Pese al revuelo de la hinchada por la puesta de largo de Beckham, el Madrid, que puso más empeño que en la ida, se mostró desde el inicio como un equipo algo parcheado, con demasiadas grietas, poco tejido. Por atrás, el remiendo de Raúl Bravo como central sólo sirvió para amplificar una evidencia: por más que a alguno le dé dolor de muelas gastarse los cuartos en un defensa, en el caso del Madrid ya no es una necesidad, sino una urgencia. Lo mismo ocurre con el puesto de medio escoba. Con cinco joyas por delante, ahora más que nunca el equipo precisa de un candado a su espalda, de un jugador capaz de contrarrestar la desbandada general hacia la portería enemiga. A día de hoy, Makelele, con su cabreo, no es fiable; y a Cambiasso la faena le resulta asfixiante, demasiado latifundio para un jugador poco eléctrico, con el físico justo para tanto tajo.

De esta forma, agrietado por detrás, el Madrid se supeditó al guión de los últimos cursos y se jugó los cuartos en el área del Mallorca, donde puso a la carga a toda la infantería. Como punto de partida, Beckham se tiró a la derecha y Figo a la izquierda, con Zidane dando carrete a Ronaldo y Raúl. La simetría sólo fue aparente.

A las primeras de cambio, Figo dimitió como extremo izquierdo y se refugió en el centro, donde el engorro le resulta menor. Las orillas obligan a desbordar, a jugarse las habichuelas una y otra vez con el lateral de turno, y el portugués ya no está para gaitas semejantes. En el eje, cerca de Cambiasso y Zidane todo es más placentero; un toquecito por aquí, otro por allí... Sin noticias de Figo, fue Beckham quien más ruido hizo. Además de mantener su posición el inglés exhibió lo mejor de su repertorio, de su partitura más popular: un par de lanzamientos de faltas magníficos, unos cuantos cambios de juego excelentes y alguna rosca en carrera que hizo mucho daño a Leo Franco. Con lo que nadie contaba es con que su primer gol oficial llegara de cabeza, parte del cuerpo que siempre ha distinguido al spice fuera de las canchas, jamás dentro de ellas. Caprichos del destino que el Benabéu celebró con alborozo.

El sorprendente peinado de Beckham cerró una goleada que el Madrid se procuró a partir de su extraordinaria pegada y el desplome físico del Mallorca, que se derritió tras el gol de Raúl cuando el primer tiempo bajaba el telón. Sin olvidar a Casillas, que mantuvo el tipo cuando los chicos de Pacheco apretaron los dientes en el segundo tramo. Partido por la mitad, el Madrid recibió más azotes de la cuenta, pero por cada cinco embestidas del Mallorca, al equipo de Queiroz le bastaba una. La clásica distinción entre equipos de vuelo marciano y otros mucho más mundanos. Especialmente cuando el más débil se siente perdido, se lanza a la aventura y se destapa. Justo lo que hizo el Mallorca cuando no tuvo otro remedio, lo que aprovechó el equipo local para enterrarle definitivamente.

Pese al velo de la goleada y el primer título en la mochila, el Madrid, sin embargo, no maquilló en absoluto las dudas alimentadas durante su atípica pretemporada. Como es lógico, a estas alturas el equipo aún no está engrasado; lo preocupante para Queiroz quizá sea la falta de personal en puestos bien sensibles, aquellos que equilibran a cualquier conjunto, máxime cuando en su plantilla se juntan un puñado de futbolistas mayúsculos, de ensueño, exquisitos y de una contundencia descomunal, pero que apenas cuidan su espalda. El técnico portugués tuvo ayer un respiro que le permitirá reflexionar con más sosiego y discurrir algún fichaje de última hora que tape las fugas.

Mientras tanto los jugadores también se sintieron aliviados. Tanto que celebraron el título de lo lindo, con una verbena en el centro de la cancha, mucho menos remolones que en junio con los fastos ligueros.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 28 de agosto de 2003