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CUMBRE DE CANCÚN

El enfrentamiento entre los países ricos y pobres hace fracasar la cumbre de la OMC

El desacuerdo supone la pérdida de dos años de negociaciones para liberalizar el comercio

La cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) fracasó ayer tras el intento de la Unión Europea, Estados Unidos y Japón de imponer a los países menos desarrollados un marco de protección de las inversiones y la competencia. La presión para incluir estas medidas echó por tierra todos los esfuerzos plasmados en un borrador final que, aunque muy criticado, contenía avances en el tema de la liberalización agrícola y desmantelaba algunos sistemas arancelarios que resultan perjudiciales para los países pobres.

Los países en desarrollo dieron un ultimátum a la UE y Estados Unidos

Tras el fracaso se mantiene vigente el acuerdo de Doha de 2001y se pierden dos años de esfuerzos para avanzar en la liberalización del comercio mundial.

"It's over, it's over" (se acabó, se acabó), gritó el delegado de Kenia, Georg Ogwen, de pie en la sala principal del centro de convenciones de Cancún en la tarde de ayer (dos de la madrugada en España). Un minuto después, el representante de Jamaica y de los países caribeños, Richard Bernal, explicaba que el director general de la OMC, Supachai Panitchpakdi, les había confirmado que, efectivamente, la cumbre se había acabado sin acuerdo. La ruptura de las negociaciones fue abrupta. Nadie era muy optimista pero al menos se esperaba un pacto de mínimos para la medianoche de ayer en México. No fue así y los países han perdido dos años para reactivar un comercio y una economía mundial que pasan por un momento muy crítico.

Las negociaciones se bloquearon en la cuestión de las garantías a la competencia e inversiones de las empresas de los países ricos. A las pretensiones de la UE y sus socios se opuso frontalmente India, el G-22, que aguantó unido todas las presiones, y otros 60 miembros de los 148 de la OMC a los que tampoco les hacía ninguna gracia avanzar en temas en los que no veían ningún beneficio para ellos, y menos después de las pocas concesiones que habían obtenido en la cuestión agrícola. La situación antes de que los países pobres rompiesen la baraja era parecida a la que se había vivido en la anterior cumbre de Doha, en noviembre de 2001, cuando India mantuvo en vilo a todas las delegaciones hasta que la UE renunció a incorporar estos temas de competencia e inversiones. Existía en aquél momento la presión de sacar adelante la cumbre y dar una buena noticia a la economía mundial tras los atentados del 11-S.

En el último borrador de la declaración de Cancún los países ricos habían logrado imponer dos de esos cuatro temas, los mismos que vienen queriendo meter desde la fallida cumbre de Seattle de 1999: la transparencia de los concursos públicos y medidas para facilitar el comercio (burocracia, infraestructuras, etcétera). No figuraban, sin embargo, la protección de las inversiones y las garantías de una libre competencia en los mercados y la UE luchaba ayer a brazo partido para incluirlos. Las cuatro cuestiones, se conocen como los "temas de Singapur" porque en esa ciudad de habló de ellos por primera vez en 1996.

A lo países en vías de desarrollo, sin embargo, no les hacía ninguna gracia desproteger su industria y dejarla en manos de la competencia brutal de las multinacionales y permitir que la OMC se inmiscuyera en sus políticas internas inversiones. Los países ricos redoblaron la presión y comenzaron a supeditar los avances en el desmantelamiento de las ayudas agrícolas a un avance en estos temas. Incluso se llegó a barajar una propuesta de algunos países pobres para desbloquear el tema que consistía en permitir a cada país miembro adherirse voluntariamente a las futuras reglas de la OMC sobre competencia e inversiones, una salida similar a la que en su momento se dio al sector de los servicios tras la Ronda de Uruguay (1986-1994).

Los países ricos, a sabiendas de que ninguno se iba a adherir a estas nuevas normas, presionaron más. Sin embargo, el G-22, encabezado por India, China y Brasil resistió los embates y prefirió irse como había venido antes que salir con un acuerdo apenas mejor al que habían logrado en Doha o incluso peor si los ricos incluían sus nuevas pretensiones. El ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Celso Amorín, alabó "la unidad del G-22" y dio a entender que con esta cohesión había nacido un grupo capaz de plantar cara a los países poderosos. El secretario de Comercio de EE UU, Robert Zoellick, dijo: "Hoy nos hemos encallado en los temas de Singapur, pero la lección de Cancún nos será útil para centrarnos en el trabajo, no en la retórica, para lograr el equilibrio entre la flexibilidad y las ambiciones".

Con el fracaso de la cumbre de Cancún se perdieron los pocos avances que se habían logrado en agricultura. Los países pobres habían conseguido una promesa de reducción de los llamados "aranceles escalonados", que penalizan el valor añadido de un producto. Por ejemplo, sin un país produce cacao y lo exporta como materia prima paga un arancel o ninguno, si exporta pasta de cacao paga un poco más y si lo transforma en chocolate más todavía. Esto frena la industrialización de muchos países y los empobrece ya que vale mucho más el producto final. Por otra parte, habían logrado una mención para revisar las ayudas que no distorsionan el mercado porque son difíciles de controlar. Y con respecto a las ayudas por superficie cultivada de la UE y EE UU, los países menos desarrollados habían colado un compromiso de reducción anual a lo largo de un periodo de tiempo determinado.

Todas las cuestiones vuelven ahora a las salas de negociaciones de la sede de la OMC en Ginebra. La primera reunión está convocada para el 15 de diciembre próximo y desde ese momento, los miembros de la OMC tendrán exactamente un año para poner en marcha lo que acordaron en Doha y dar un impulso al comercio mundial y dar una respuesta a millones de agricultores que no sólo sufren las barreras comerciales sobre sus productos, sino también el desplome de los precios de las materias primas que están arrastrando a la pobreza a unas 25 millones de familias que viven del café, 10 millones del algodón y así hasta las tres cuartas partes de la población mundial que vive en áreas rurales.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de septiembre de 2003