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Crónica:FÚTBOL | Liga de Campeones

El peso de la historia encoge al Celta

El conjunto vigués, demasiado prudente ante un rival sin ambición, reacciona tarde y se queda sin su primera victoria

Hay ocasiones en que los títulos también juegan. Ayer, en Vigo, por ejemplo. Por Balaídos pasó el Milan, campeón de Europa. Suficiente para encoger a un novato en la Champions como el Celta. Tanto se les supone a los de San Siro como poco se les observa. Es como si para ellos el torneo no hubiese echado a andar. Pero su intrascendente paseo por Balaídos deslumbró durante una hora al equipo céltico, que esperaba un rival arrollador. El Celta no se enfrentó al Milan, sino a su historia; a sus camisetas, que decían Shevchenko, Kaká, Rui Costa... Cuando descubrió que en su interior habitaban tipos desinteresados y sin compromiso, el reloj ya viajaba como un rayo y no hubo tiempo para lo lógico: para que el Celta evitara que se le escapase su primera victoria.

CELTA 0 - MILAN 0

Celta: Pinto; Velasco, Cáceres, Contreras (Sergio, m. 46); Ángel, Vagner, Giovanella, Juanfran; Jesuli (Jandro, m. 83), Mostovoi y Gustavo López (Milosevic, m. 57).

Milan: Dida; Nesta, Maldini, Costacurta; Cafú, Pirlo, Ambrosini, Serginho (Inzaghi, m. 61); Rui Costa, Kaká (Rivaldo, m. 63); y Shevchenko (Brocchi, m. 73).

Árbitro: Michael Riley. Amonestó a Cafú, Ambrosini, Maldini, Vagner y Pirlo.

Unos 28.000 espectadores en el estadio de Balaídos.

Al partido le sobró táctica y le faltó fútbol. El carrusel de dibujos de Lotina estrenó un diseño que se llevó definitivamente por delante a los delanteros. Innecesarios en su interpretación del fútbol, las bajas de Edu y Catanha tuvieron poca relevancia porque el único ariete sano, Milosevic, se sentó en el banquillo para que la línea de tres centrocampistas se tuviese que estirar hasta el área. Así disfrazado, el equipo estuvo siempre en mayoría en su campo y convirtió en aventuras minoritarias las incursiones en el ajeno. Cuando la indolencia del Milan era ya indisimulable, salió Milosevic, se estiraron los de Vigo y se multiplicó el peligro. Es en esas ocasiones cuando más acusa el Celta su flacidez en el área.

El primer tramo derivó en una sucesión de largas posesiones hacia ninguna parte. Más se estiró el Milan, pero su productividad fue nula en la primera parte, de la que se fue con un único disparo de Rui Costa. Es curioso el efecto que en equipos como el de Ancelotti tienen bajas como la de Gattuso. Para jugar con tanta desidia, la de su voluntarioso centrocampista resultó crucial. Al Milan le faltó electricidad, concentración, espíritu depredador. Si hubiera dedicado Ancelotti al vídeo el tiempo que empleó Lotina, no le habría costado descubrir el nerviosismo que contamina al Celta cuando le presionan. Pero le dejó jugar, como si no concibiera otra posibilidad que el empate.

Semejante actitud puso un puente de plata para que el Celta cruzara el campo desde tan atrás como andaba metido. Tenía el equipo de Vigo a sus dos pivotes sancionados, lo que no le impidió encontrar otros tres para tapar todas las vías de acceso a su área. Sus problemas estuvieron relacionados con su insignificancia en el área, por la que se asomaron los bajitos Jesuli y Gustavo López o se incorporaron los carrileros Ángel y Juanfran. De Ángel fue una de las mejores bazas del primer tiempo, cuando Mostovoi le abrió una autopista. Pero el canario se arrugó ante Maldini.

Como era de esperar, en el equipo de Vigo brilló el inextinguible Mostovoi. Mucho más que historias emergentes como Kaká, que no se sacudió de encima la resistencia céltica; ni Rui Costa, perdido entre tantos medios defensivos; ni Shevchenko, lastrado por la lentitud con la que su equipo condujo la pelota. Mostovoi, en cambio, se echó a su conjunto a sus espaldas para organizar el ataque, aunque le costara la lenta incorporación del resto de la tropa. Su calidad quedó retratada al borde del descanso, cuando sentó a Nesta de un quiebro y lanzó un duro disparo que hizo trabajar con acierto a Dida.

El partido se sacudió con un golpe de corneta cuando se cumplía la hora, cuando Milosevic, Inzaghi y Rivaldo ingresaron en el campo. En tres días, el ex barcelonista pasó del divorcio y la despedida a auxiliar al Milan en la Liga de Campeones. Ancelotti lo situó cerca del carril izquierdo, por detrás de Inzaghi y Shevchenko. Pero para entonces el partido era definitivamente celeste. El ingreso del delantero serbio fue un mensaje al equipo, que lanzó sus carrileros al área y se fue a la yugular del aturdido Milan. Un equipo italiano lo puede perder todo menos el oficio, del que Maldini, Nesta o Costacurta andan sobrados. El estricto cumplimiento de su trabajo fue suficiente para conservar un resultado muy italiano para dos equipos igualmente italianizados.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de octubre de 2003