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Crónica:FÚTBOL | Decimoquinta jornada de Liga

El Niño ajusticia al colista

Un gris Atlético se agarra a Torres para resolver su duelo ante un Espanyol moribundo

Solventó el Atlético con holgura en el resultado un partido engañoso, en el que a ratos no fue fácil averiguar cuál de los dos actores era el colista. Venció al Espanyol con sendos goles de Fernando Torres, pero con muy poca autoridad. Fue el quinto triunfo consecutivo al abrigo de su afición, que abandonó el estadio relamiendose por el botín conseguido pero sin haber visto nada digno de recordar. Hizo caja el Atlético, que crece en la clasificación tanto como disminuyen, si alguna vez existieron, sus esperanzas de conseguir grandes gestas, más que nada porque es difícil hacerlo desde la mediocridad.

20

ATLÉTICO

ESPANYOL

Atlético: Burgos; Gaspar, Simeone, Lequi, Sergi; De los Santos; Novo, Ibagaza (Nano, m. 87), Rodrigo (Javi Moreno, m. 80); Paunovic (Jorge, m. 62) y Fernando Torres.

Espanyol: Toni; Tayfun, Jarque, Soldevilla, Domoraud, Wome (Jordi Cruyff, m. 69); Morales, Álex (Velamazán, m. 80); Maxi (Raúl Molina, m. 69), De la Peña; y Tamudo.

Goles: 1-0. M. 22. Novo centra largo desde la derecha, Rodrigo empalma en el lateral izquierdo del área, el balón sale disparado con el bote y llega a Fernando Torres, que marca.

2-0. M. 74. Penalti por empujón de Soldevilla a Rodrigo que transforma Torres por bajo.

Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Simeone, De los Santos, Tamudo, Soldevilla y De la Peña.

Unos 40.000 espectadores en el Calderón. Se guardó un minuto de silencio por la muerte de la madre de Gregorio Manzano, técnico del Atlético, y de Chava Jiménez.

Hay razones de peso para que el Espanyol sea el último de la fila. Más allá de su aspecto anímico, que está bajo mínimos, es un equipo en el que ocurren cosas de difícil explicación. Ahí está el hecho de que ayer jugara con tres centrales como tres torres, en el sentido literal de la palabra, tan inmóviles como se mostraron, y el Atlético se llevara todos y cada uno de los balones que al área volaron. Luego está Toni, el portero. Caso aparte. Estando él de por medio puede ocurrir que Ibagaza, que no esconde su 1,66 de estatura, le gane un balón por alto. Ocurrió. Palabra.

Cierto es que el Atlético debió quedarse con diez bien pronto. En el minuto seis, concretamente. Se escapó Tamudo, el único que se escapa en este Espanyol, se plantó ante Burgos y el meta le zancadilleó con descaro al borde del área. Era falta. Y roja para el Mono. Pero allí se fue raudo el árbitro, Undiano de apellido, a dictar una extraña sentencia: la zancadilla no existió, Tamudo se tropezó con el aire y se dejó caer. Amarilla para él, por lo tanto.

Hasta que el árbitro decidió que mal estaba dejar a los presentes sin el Mono, que se las pinta como nadie para echarle gracia al más peñazo de los partidos, el Atlético había arrollado a su desencajado rival. En cuatro minutos Torres enseñó las vergüenzas de una defensa de chiste. Toni le sacó un mano a mano y puso el guante para desviar al palo el zurdazo con el que el Niño culminó una gran acción personal.

La insistencia del Atlético tuvo premio gracias a un centro que Rodrigo remató con tan mal estilo como buena fortuna, pues llegó el balón al solitario Torres, que se limitó a empujarlo. Eran momentos de dominio rojiblanco, con Ibagaza gustándose, hábil como es para mover con criterio la pelota antes de encontrar el hueco que los demás no ven.

No respiraba el Espanyol, ahogado en un mar de dudas tácticas. Intentó resolverlas De la Peña, pero a su manera. El chico le tiene alergia a lo fácil y siempre pretende ir más lejos de lo que dicta la lógica. Así que al Espanyol sólo le quedó Tamudo. Pero se mostró éste algo precipitado, ofuscado, quizá, por aquella jugada en la que el árbitro le castigó por dejarse dar una patada. Aun así, se bastó para poner en dificultades a una defensa, la del Atlético, de papel, por mucho que parte de la grada crea ver en Lequi a Baresi redivivo.

Media hora duró el Atlético. Se diluyó sin razón aparente y regaló al Espanyol el balón y el espacio. De poco le sirvió. Dominó, cierto; De la Peña se mostró participativo, sí señor; Luis Fernández echó mano de toda la munición que le quedaba en el banquillo. Nada de nada. Un contragolpe del Atlético finalizó con Rodrigo en el suelo, empujado tímidamente, pero empujado al fin y al cabo, por Soldevilla. Torres, que había sido solidario con sus compañeros a la hora de desaparecer del mapa, transformó el penalti y cerró un partido de medio pelo, que deja al moribundo aún peor de como estaba y al Atlético sin nada de lo que presumir más allá del resultado.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de diciembre de 2003