Bienvenido sea Ronaldinho! Apareció el gaucho y para suerte del Barça se acabó el monólogo del Espanyol, espléndido en la preparación y gestación del partido y, por contra, incapaz de remontar el vuelo desde que tomó un gol que chafó la ilusión y tensión con la que había preparado la contienda. Apelar a Hitchcock y recordar que Los Pájaros son periquitos es una fórmula genial para promocionar un encuentro, y jalear a un taxista por no querer llevar a Zambrotta por culé ayuda a aumentar la autoestima españolista. Igualmente apreciable fue la declaración de intenciones del equipo de Valverde. A la hora de jugar a fútbol, sin embargo, cuando se decide el partido, no hay mejor artista ni jornalero que Ronaldinho, desequilibrante en cada una de sus apariciones. El brasileño habilitó a Giuly hasta que marcó un gol que silenció el martillo pilón blanquiazul y habilitó al coro azulgrana, que se marcó un rondo precioso de tres cuartos de hora. El Espanyol perdió gas y nervio y el derby sólo tuvo color azulgrana como ya es costumbre últimamente.
ESPANYOL 0 BARCELONA 1
Espanyol: Gorka Iraizoz; Zabaleta, Jarque, Lacruz, David García; Costa, Fredson; Rufete (Corominas, m. 62), Luis García, De la Peña (Riera, m. 66) y Tamudo (Pandiani, min. 52).
Barcelona: Valdés; Oleguer, Márquez, Puyol, Sylvinho; Xavi (Iniesta, m. 71), Motta, Deco; Giuly (Messi, m. 60), Eto'o y Ronaldinho (Zambrotta, m. 82).
Gol: 0-1. M. 43. Giuly aprovecha un pase de Ronaldinho para batir a Gorka con un disparo cruzado desde el borde del área.
Árbitro: Bernardino González Vázquez. Mostró la cartulina amarilla a Fredson, Motta, Xavi, Lacruz y Pandiani.
26.650 espectadores acudieron a Montjuïc.
Ambos equipos fueron fieles a la historia y al torneo, y sus respectivas alineaciones evocaron a los campeones de Liga y Copa. Jugó el Barça con un once reconocible, por más que Motta y Xavi se juntaran con Deco en la divisoria, y apostó el Espanyol por reunir de nuevo a Iván de la Peña, Luis Gacía, Tamudo, tres futbolistas tan singulares que condicionan cualquier dibujo ortodoxo a cambio de garantizar un buen caudal ofensivo. Presionó mucho y bien el plantel de Valverde, que achicó espacios desde la salida con la defensa y se desplegó con dos medios muy físicos como son Costa y Fredson.
Al Espanyol le convenía darle aire y ritmo al partido frente a un Barcelona desorientado por los efectos de su reciente gira americana. Los azulgrana penaron un buen rato, incómodos por no poder tener la pelota, obligados a tocar más en campo propio que ajeno, exigidos en defensa. Las faltas tácticas de Motta y Deco pesaban más que el juego de Xavi, un síntoma de lo bien que le iban las cosas a los blanquiazules. Ha aprendido el Espanyol a no perder ni rifar el cuero, a alargar sus ataques y seleccionar mejor sus llegadas.
La tenacidad y determinación del Espanyol superó al Barça, incapaz de rematar a portería hasta cumplirse la media hora, cuando Giuly no acertó a controlar una asistencia de Ronaldinho. La irrupción del gaucho marcó un punto de inflexión. Los barcelonistas pasaron a responder a los españolistas y no perdonaron a la que dispusieron de una segunda oportunidad igual a la primera. Ronaldinho abrió para Giuly, Jarque no atinó a cortar la pelota, y el francés remató a gol. Así son las cosas del fútbol, casi siempre generoso con los grandes, respetuoso con las jerarquías, reverencial con los jugadores como Ronaldinho.
El gol desmontó al Espanyol, sorprendentemente aplatanado, y avaló la propuesta azulgrana, que reclamaba un partido tranquilo. La rueda de cambios incidió en la superioridad del Barça, al que le faltó malicia para sentenciar el torneo y puede que también una mayor colaboración de Eto'o. Mientras los medios controlaban el partido en defensa, los delanteros lo agitaban en ataque. La verticalidad de Messi y la virtuosidad de Ronaldinho desbordaron al Espanyol, que se parapetó en Gorka para salvar la competición. Un partido, al fin y al cabo, ya muy visto: el Barça tiene equipo de sobras para madurar los encuentros y cuenta con Ronaldinho para marcar las diferencias en el momento justo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de agosto de 2006