Ángel González / SANTOS CIRILO
Y Ángel González dejó un regalo
Ángel González había desarrollado en vida un arte del que bien podía haber escrito todo un tratado: la discreción. Su maestría para decirlo todo con el silencio, entregado casi exclusivamente a la fonética de sus miradas y a la entonación con la que exhalaba el humo de sus cigarros, era tan auténtica que llegó a ser proverbial. Pura ley. Un pacto con el que nadie debía sentirse ofendido.