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La policía israelí cierra la sede de la OLP en Jerusalén Este en represalia por el atentado

Israel entierra a las víctimas del ataque del jueves en medio del temor a nuevos actos terroristas

La Orient House, en la que desde la madrugada de ayer ondea la bandera israelí, era hasta ahora la sede oficial de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y la representación oficiosa de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), ambas encabezadas por Yasir Arafat. La emblemática institución estuvo dirigida hasta su fallecimiento, en mayo, por Faisal Huseini, el principal dirigente palestino de Jerusalén y que también de forma oficiosa actuaba como ministro de Asuntos Exteriores.

La decisión de ocuparla fue adoptada por el Gabinete reducido israelí para asuntos de seguridad, que el primer ministro, Ariel Sharon, reunió de manera urgente en Tel Aviv poco antes de la medianoche del jueves y cuyas deliberaciones finalizaron después de las dos de la madrugada de ayer. Tanto EE UU como varios países árabes condenaron esta medida. Un portavoz del Departamento de Estado norteamericano calificó la reacción de Israel de "preocupante escalada política".

En la citada sede es donde los dirigentes palestinos de Jerusalén Este recibían a los visitantes oficiales, para indignación de las autoridades israelíes, cuyo país conquistó ese sector de la ciudad en la guerra de los Seis Días de junio de 1967, y lo anexionó de hecho por una ley de su Parlamento en 1980.

Fuentes gubernamentales israelíes dijeron que clausura y ocupación de la Orient House, cuando muchos esperaban una operación militar de grandes proporciones, es "la primera decisión del Ejecutivo para poner en práctica el control completo de Israel sobre toda Jerusalén". Pero, según comentaristas israelíes, entre ellos el general en la reserva Dani Rotschild, "en realidad, fue una forma de aprovechar la ola de solidaridad internacional con Israel tras el atentado palestino del jueves". Y también de golpear a Arafat donde más le duele: en lo que tiene que ver con Al Quds, el nombre árabe de Jerusalén, en cuyo sector este los palestinos aspiran a establecer la capital de su futuro Estado independiente y viven 200.000 de ellos.

Otro de los edificios oficiales que ocuparon las fuerzas de seguridad de Israel fue el de la oficina del gobernador de Abu Dis, localidad que está en el límite entre Jerusalén y Cisjordania, y de la que se habló como posible capital del futuro Estado palestino. Horas antes, aviones de combate israelíes F-16 habían bombardeado la sede de la policía y otros edificios palestinos en el centro de la ciudad cisjordana de Ramala y más tarde una posición de Fuerza 17, la guardia presidencial de Arafat, en la ciudad de Gaza. No hubo víctimas porque los palestinos habían evacuado todas sus sedes oficiales en previsión de una represalia israelí tras el atentado de Jerusalén.

Los israelíes enterraban ayer a sus muertos (entre los que había seis niños) en un ambiente de conmoción y luto. Y los familiares les recordaban: un joven de 26 años se iba a comprometer el jueves, y estaba a punto de casarse. En otro caso murieron el matrimonio Schijveschuurder y tres de sus ocho hijos. Al cierre de esta edición, 21 víctimas del atentado permanecían hospitalizadas, entre ellas una mujer en estado "crítico".

Por otra parte, diplomáticos de la Unión Europea visitaron ayer el lugar del atentado, cuya autoría parece finalmente atribuirse a al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás). Yihad Islámica también se responsabilizó del ataque, lo que hacía temer que un segundo militante suicida estuviera en camino. De hecho, la televisión estatal israelí informó anoche que la fuerzas de seguridad palestinas habían detenido a dos "células" terroristas de la Yihad Islámica que se disponían a cometer un atentado.

Los organismos de seguridad de Israel seguían en estado de alerta máxima. En el círculo vicioso en que se ha convertido la realidad de Oriente Próximo, el atentado palestino de Jerusalén tendrá una dura respuesta israelí, que a su vez llevará a la venganza, y ésta, a un contragolpe, y así sucesivamente. Y con cada vuelta crece la desesperanza, el odio se profundiza y las posibilidades de una solución se alejan cada vez más.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de agosto de 2001