Aquel chaval enclenque aparecía cada día cohibido por los entrenamientos del Levante. El chico tenía buen cartel y los técnicos del primer equipo repararon en la sutileza de su zurda, que hacía estragos entre los rivales del Levante juvenil. Lo subieron al primer equipo. Fue José Enrique Díaz quien hizo debutar a Vicente, entonces conocido como Vicentín, en Segunda División B. Al chico no le molestaba que le llamaran Vicentín. Y si le molestaba se aguantaba. Para los componentes del primer equipo, aquel pipiolo tenía poco que decir.
¿Le ha soprendido la actuación de Vicente?, le preguntaron a Del Bosque tras el partido. "¿Cómo me voy a sorprender del rendimiento de un jugador de calidad como él?", respondió el técnico madridista. Vicente Rodríguez (Valencia, 6 de julio de 1981) era hace años un filón para el Levante. El máximo accionista y presidente del club, Pedro Villarroel, un tipo avispado, empresario solvente, era consciente de que tenía una joya en el club y le endosó al futbolista, entonces de 16 años, una cláusula de rescisión de 30.000 millones de pesetas. El chaval recibió llamadas de todo quisque, sobre todo de la prensa, que se apresuró a conocer quién era y qué tenía que decir aquel chiquillo que apuntaba buenas maneras y que, sobre todo, valía tanto dinero. A Villarroel le salió bien la jugada, pues el club adquirió notoriedad. "El presidente simplemente trata de que se hable del Levante fuera de Valencia", afirmó entonces un directivo del Levante.
Para atar a Vicente, que tenía ofertas de varios clubes, Villarroel le proporcionó al padre de Vicente, orfebre sin empleo por entonces, un trabajo como jardinero en el campo del Levante, el Nou Estadi. El hombre estaba harto de oír que su hijo tenía una zurda de oro pero un físico endeble.
Pero todo era cuestión de tiempo. En apenas dos años, las dos últimas temporadas, Vicente ha fortalecido los músculos de su torso y sus cuádriceps sin perder un ápice técnica ni velocidad. Su padre, que pronto se cansó de segar el césped del Nou Estadi, ya no escucha ni una palabra acerca de la delgadez de su hijo. De su valía se apercibió un compañero ilustre en el Levante, el goleador Paco Salillas, que lo vio de cerca y afirmó: "Ëste chico es un fenómeno. Va a ser muy grande en pocos años. Lo tiene todo: es fuerte, habilidoso y tiene un regate demoledor".
Fichado por 700 millones
El Valencia fichó a Vicente en junio de 2000 por 700 millones de pesetas. El Levante ya hacía meses que le había rebajado la famosa cláusula de rescisión para dejarla en 1.500 millones. Su contrato con el Valencia finaliza en 2007 y ahora cuentea con una cláusula de 10.000 millones. Sus emolumentos ascienden a más de 100 millones de pesetas por temporada. Una de las primeras cosas que hizo Vicente cuando fichó por el Valencia fue comprarse un automóvil Audi A-3 y varios tubos de gomina, producto que usa a diario. Parco en palabras, Vicente sí ha perdido la timidez que acusó cuando apareció como un intruso en el vestuario del Levante, plagado de veteranos jugadores con muchos kilómetros a cuestas.
El Valencia encontró en Vicente un sustituto para Kily González. La pasada temporada, ni siquiera el bullicioso interior argentino, uno de lso preferidos de la afición, consiguió eclipsarle. Vicente debutó con la selección española el pasado mes de marzo ante Francia. Fue en Mestalla. Ayer, ante el Real Madrid, hizo trizas a Míchel Salgado, al que tuvo que relevar Del Bosque, y ratificó, si hacía falta, la calidad que se le presumía a un futbolista fino, un interior zurdo que apunta maneras desde su etapa en las categorías inferiores del Levante, donde se formó como futbolista.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 26 de agosto de 2001