Los parlamentarios republicanos y demócratas han llegado a un principio de acuerdo sobre el paquete de leyes antiterroristas presentado por el Gobierno estadounidense. Según ese preacuerdo, quedan descartadas las medidas más duras y polémicas, como la detención indefinida de extranjeros y la ejecución de registros sin informar al sospechoso. Por su parte, el presidente George W. Bush ordenará hoy la reapertura del aeropuerto de Washington por temor al impacto económico que tiene su cierre y, también, como símbolo de normalidad.
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El fiscal general, John Ashcroft, deberá decidir en las próximas horas si el pacto antiterrorista alcanzado en la Cámara de Representantes le parece o no aceptable. En caso de responder afirmativamente, los trámites para aprobar la nueva legislación comenzarán mañana miércoles.
El Comité Judicial de la Cámara de Representantes se había dado una semana de plazo para revisar las peticiones del Gobierno. Algunas, como la que permitía a la policía detener sin límite de tiempo a ciudadanos extranjeros, parecían flagrantemente anticonstitucionales, y desde el principio hubo objeciones por parte de ambos partidos. Fue necesario detener el trámite parlamentario y buscar un consenso que salvara lo esencial del paquete de leyes.
El presidente del comité, el republicano James Sensenbrenner, y el jefe de filas de los demócratas, John Conyers, anunciaron ayer que podían garantizar una aprobación rápida de las medidas antiterroristas si se retiraban las que, en opinión de ambos, resultaban inaceptables. Además de las detenciones indefinidas y de los registros sin notificación, Sensenbrenner y Conyers descartaron otro artículo que obligaba a las escuelas a facilitar a la policía los expedientes de sus alumnos.
En su comparecencia ante el comité, la semana pasada, Ashcroft insistió en que hacía falta una aprobación rápida. "El terrorismo es un peligro claro e inmediato", dijo, "y no podemos permitirnos el lujo de perder tiempo en erigir las defensas necesarias. Cada día que pasa con nuestras leyes desfasadas, es un día en que los terroristas disfrutan de ventaja". Los parlamentarios han tenido en cuenta esa urgencia y han elaborado una contrapropuesta en la que se mantienen las principales medidas que reclamaba Ashcroft.
Según el preacuerdo de Sensenbrenner y Conyers, la policía podrá realizar escuchas sobre teléfonos fijos y móviles sin necesidad de disponer de una autorización judicial para cada número, ya que bastará con que el juez sepa quién es el sospechoso, y dispondrá de amplios poderes para interceptar comunicaciones a través del correo electrónico. Dar alojamiento o prestar cualquier tipo de ayuda a presuntos terroristas se convertirá, por otra parte, en un delito similar a la pertenencia a un grupo terrorista.
Reapertura del aeropuerto
El presidente Bush tiene previsto ordenar hoy la reapertura del aeropuerto de Washington para limitar el impacto económico de su cierre y como señal de que la normalidad vuelve a la capital. La terminal comenzará a funcionar dentro de varias semanas con estrictas medidas de seguridad.
El aeropuerto National, rebautizado no hace mucho como Ronald Reagan National Airport, está situado en un terreno ganado al río Potomac en el corazón de Washington. Si un avión se desvía de su ruta para estrellarse contra la Casa Blanca, la torre de control sólo podría advertirlo 6 segundos antes del impacto. La ciudad está acostumbrada a aviones en vuelo bajo recién despegados o a punto de aterrizar: es un precio asequible a cambio de tener la terminal a tiro de piedra.
De hecho, el aeropuerto se construyó en buena medida gracias al impulso de congresistas y senadores venidos de fuera, encantados ante la idea de que su despacho en el Capitolio y su asiento de primera estén sólo separados por un puente sobre el río de la ciudad.
Ahora semejante cercanía ha dejado temporalmente sin empleo a 10.000 personas por motivos de seguridad. El National cerrado es, junto con el lateral destrozado del Pentágono, el signo más evidente del cambio de los tiempos en la capital. Y no es una paradoja que, segundos antes del atentado, los empleados del Pentágono pensaran que el avión se dirigía correctamente hacia su pista de aterrizaje.
Hace unos días, el secretario de Transporte anunció que el deseo del Gobierno de EE UU es reabrir lo antes posible el aeropuerto. Un portavoz de la Casa Blanca rectificó sutilmente al Secretario, Norman Mineta, y propuso un debate más complejo antes de tomar la decisión. La corrección en público refleja perfectamente el dilema al que el Gobierno se enfrentaba en privado: cómo abrir el aeropuerto con garantías de que el despacho oval de la Casa Blanca no será el próximo objetivo de un terrorista suicida.
Ni las medidas clásicas ni las nuevas sirven para el National. Incrementar la seguridad con militares en las terminales -como ocurre ya en decenas de aeropuertos- o sentar policías aéreos en el interior de los aviones, como propondrá hoy Bush, no garantiza que se pueda evitar el desastre porque la pista está peligrosamente cerca de los principales edificios públicos del país. La seguridad no sólo debe actuar en contra de la mente y el comportamiento de los terroristas sino también en contra del tiempo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de octubre de 2001