George W. Bush quiere que la cabina de los pilotos esté blindada, que los aviones puedan dirigirse por control remoto en caso de problemas, que haya vigilantes armados en la mayoría de los vuelos y que la seguridad de los aeropuertos esté garantizada por agentes federales. El presidente de Estados Unidos detalló ayer en Chicago su plan para evitar que se repitan secuestros aéreos y, sobre todo, para lograr que el público pierda el miedo a embarcar en un avión. El pánico a volar está arruinando a las compañías aéreas. Pero Bush no cedió a las peticiones más extremas, como la de permitir que los pilotos fueran armados. Para presentar ese plan, eligió el aeropuerto O'Hare de Chicago, uno de los más importantes del mundo.
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El plan combina la incorporación de nuevas tecnologías ya disponibles (puertas especiales entre los pilotos y los pasajeros) y aún no desarrolladas (mecanismos de control remoto para que un secuestrador no pueda hacerse con los mandos) con medidas de seguridad aeroportuaria habituales en la UE, pero abandonadas tiempo atrás en EE UU. Está destinado a garantizar la seguridad, pero su intención indirecta, de vital importancia económica, es recuperar clientela para los vuelos comerciales. "Nuestro objetivo es que los aviones vuelvan a volar sobre el país. Suban a un avión, regresen a sus negocios habituales", pidió el presidente, quien no aclaró si las medidas de protección a bordo iban a afectar a todos los aparatos comerciales que operan en EE UU o sólo a los de las compañías estadounidenses.
La vigilancia en los 420 aeropuertos estadounidenses será dirigida por policías federales, en lugar de las compañías privadas que ahora se encargan de ello, y sólo los pasajeros con billete podrán acceder a las puertas de embarque. Como medida temporal, mientras la Administración Federal de Aviación contrata y forma a nuevos vigilantes, Bush pidió a los gobernadores que movilizaran a unos 4.000 miembros de la Guardia Nacional y los destinaran a misiones de vigilancia en aeropuertos.
El Congreso tendrá la última palabra, y, al menos en un punto, el desacuerdo está casi asegurado. Los demócratas, con mayoría de un voto en el Senado, exigen que tanto la vigilancia del público como el examen de los equipajes sean realizados por personal federal. Bush prefiere que los empleados estatales se limiten a supervisar y que trabajadores contratados revisen los equipajes, porque, según él, de esa forma será más fácil despedir a quien no desempeñe correctamente la tarea.
Blindar las puertas
Otro problema, según la Casa Blanca, son los costes. Las líneas aéreas emplean actualmente a unas 18.000 personas para la revisión de equipajes, y se estima que trasladar ese servicio al sector público costaría 1.800 millones de dólares (más de 300.000 millones de pesetas) anuales a los contribuyentes. Sobre la necesidad de blindar las puertas, el consenso parlamentario es casi total. Bush anunció que proporcionaría 500 millones de dólares (más de 90.000 millones de pesetas) a las compañías para que hicieran imposible el acceso a los pilotos desde la cabina.
Las empresas Boeing y TTF trabajan desde hace años en una puerta invulnerable a las balas y las granadas y disponen ya de prototipos, con un precio que ronda los 9.000 dólares (1,6 millones de pesetas) por unidad. Los pilotos estadounidenses contarán también con un monitor conectado a una cámara, mediante el que podrán detectar movimientos inusuales entre el pasaje. El mecanismo de control remoto requerirá tiempo, porque aplicar la tecnología disponible a cada aparato resulta comercialmente inviable.
Otro elemento de seguridad activa lo aportarán los guardas armados a bordo de los aviones. Esos vigilantes, no identificados, funcionan desde hace años, patrullando vuelos al azar. El "objetivo" de Bush es que la mayoría de los vuelos cuenten con un guarda. Hacen falta unos 12.000, y la Administración ha recibido ya casi 150.000 solicitudes de empleo para cubrir puestos de vigilancia.
Una idea no recogida por el presidente, pero apoyada por cierto número de parlamentarios y especialistas, consiste en prohibir el equipaje de mano. Una compañía, PanAm, aplica desde ayer mismo esa restricción: ya no es posible embarcar en sus aparatos con maletines u ordenadores. Las reacciones entre los pasajeros son variadas: algunos se sienten más tranquilos, otros se lamentan de no poder trabajar durante el vuelo.
La psicosis del miedo aéreo vivió ayer un nuevo episodio en Estados Unidos, cuando un avión de Air Canadá que se dirigía hacia Toronto fue obligado a volver al aeropuerto de Los Ángeles, escoltado por dos F-16, después de que se hubiese producido una simple trifulca a bordo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 28 de septiembre de 2001