George Bush quiere poner con urgencia a funcionar la economía norteamericana, y ayer envió al Congreso a su secretario del Tesoro, Paul O'Neill, para anunciar sus planes de introducir medidas adicionales de estímulo económico por valor de entre 60.000 y 75.000 millones de dólares, a sumar a los 40.000 ya aprobados por el Congreso inmediatamente después de los atentados entre los que se incluyen los 15.000 destinados a salvar a la industria aérea. El paquete total de ayudas puede llegar a los 130.000 millones de dólares y supera los 100.000 que Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal, sugirió como tope. La bolsa recibió con fuertes alzas estas medidas y el Nasdaq se apuntó su mayor subida desde abril.
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Bush se reunió ayer en Nueva York durante un par de horas con una treintena de máximos responsables de grandes empresas en diversos sectores (telecomunicaciones, banca, alimentación, seguros y comercio) para recibir información de primera mano sobre los desastrosos efectos en la economía de los ataques del 11 de septiembre.
"El presidente demostró estar tan preocupado por la seguridad económica como por la seguridad nacional", comentó uno de los asistentes a la reunión, que subrayó que la idea transmitida por todos ellos y asumida por Bush es la de restaurar a toda costa la confianza de los consumidores, de cuya actividad dependen las dos terceras partes de la economía norteamericana.
El presidente dijo luego que eran necesarios nuevos recortes en los impuestos para alentar el gasto mediante rebajas en la fiscalidad al consumo y la aceleración de los planes ya en marcha de reducciones fiscales. Bush habló también de la concesión de ventajas fiscales a la inversión y a las empresas.
Sin detalles
O'Neill puso ante el Comité de Finanzas del Senado precio a los estímulos que Bush quiere introducir "tan pronto como sea posible" en los presupuestos: entre 60.000 y 75.000 millones de dólares, adicionales a los 55.000 millones ya aprobados. El secretario del Tesoro no ofreció detalles sobre los recortes fiscales o propuestas de gasto, pero subrayó que el objetivo era triple: restablecer la confianza de los consumidores, alentar la inversión y ayudar a los damnificados.
El propósito de la Administración es salir con un paquete de ayuda a corto plazo que no induzca problemas que luego compliquen la economía, como alertó el mes pasado Greenspan, cuando dijo que era más importante actuar bien que actuar deprisa, y evaluó en 100.000 millones de dólares el monto de la ayuda que el sistema podía aceptar sin grandes riesgos. Greenspan, que el martes rebajó los tipos de interés al 2,5%, la cota más baja en casi cuatro décadas, se reunió ayer en privado con los congresistas, su tercera cita desde el 11 de septiembre.
"Estamos seguros de que podemos trabajar juntos para crear un paquete fiscalmente responsable de estímulos que restaure la confianza y la prosperidad en nuestra economía", dijo a los senadores O'Neill, quien reconoció que la economía está abocada a un crecimiento negativo en el tercer trimestre. El secretario estadounidense del Tesoro alegó que, si las medidas planeadas eran efectivas, se podrían evitar los números rojos en el cuarto trimestre, en contra de lo que esperan los economistas.
La Casa Blanca y el Congreso sólo están de acuerdo en la necesidad de intervenir, sin haber llegado todavía a un consenso sobre qué hacer ante la perspectiva de un déficit presupuestario, cuando hace sólo tres semanas se especulaba con largos años de superávit.
Rebajas fiscales
Entre las ideas sobre la mesa se hallan las siguientes: rebajas fiscales; acelerar la devolución ya en marcha de 1,35 billones de dólares en impuestos en diez años; aplicar esas exenciones a los niveles de renta más bajos, que en la actualidad están excluidos; incrementar en 13 semanas la cobertura de paro, que ahora sólo cubre 26; mantener seguros médicos para los desempleados.
Más controvertida es la idea de ofrecer beneficios fiscales a las ganancias de capital, defendidas en el pasado por los republicanos con el argumento de que contribuirían al ahorro, cuando lo que se busca es incentivar ahora el consumo.
El anuncio de estas medidas bastó para insuflar optimismo a la bolsa. El índice Dow Jones, principal indicador de Wall Street, superó los 9.000 puntos por primera vez desde el 11 de septiembre, con una subida del 1,86%. Más espectacular fue el alza del Nasdaq, que agrupa a los valores tecnológicos, subió un 5,93%, la mayor desde el pasado 18 de abril.
Con todo, siguen acumulándose los malos datos para la economía estadounidense, como el de la venta de automóviles, que cayó un 12% en septiembre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 4 de octubre de 2001