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ISRAEL OCUPA LOS TERRITORIOS PALESTINOS

Bush pide a Israel que retire sus tropas y envía a Powell

El presidente de EE UU abandona la pasividad de los últimos días ante la presión internacional

George W. Bush cedió ayer a las presiones de sus aliados europeos y árabes, al miedo a que la violencia entre israelíes y palestinos se extendiera a otros países, y a la amenaza de perder todos sus aliados en la zona salvo Ariel Sharon. "Ya basta", afirmó en un discurso en el que anunció que la hiperpotencia se implicaba al fin en el conflicto. "Las tormentas de violencia no pueden continuar". El presidente de EE UU dijo que su secretario de Estado, Colin Powell, viajará a Oriente Próximo en unos días, y exigió que cesen los atentados palestinos y que Israel se retire de las ciudades ocupadas.

Sin embargo, y según la cadena de televisión privada israelí Canal 2, el primer ministro israelí anunciaba anoche la continuación de las operaciones militares israelíes en las ciudades palestinas, desoyendo el llamamiento del presidente Bush. "La operación Muro Defensivo continuará", sentenció Sharon. "Negociar antes de que el terror no sea atajado no podrá sino suponer su continuación", explicó el primer ministro.

La iniciativa de Bush pudo parecer demasiado poco y demasiado tarde pero supuso un desaire al sector más duro de su Administración y una victoria personal de Powell, y abrió una brecha en la filosofía sobre la que se basaba hasta ahora la campaña antiterrorista. El presidente estadounidense reiteró que ninguna nación debía "negociar con terroristas", pero declaró que Colin Powell ampararía negociaciones políticas entre Israel y la Autoridad Palestina, sin condiciones previas. Desde el punto de vista de una parte de la Administración norteamericana, la Autoridad Palestina está directamente vinculada con el terrorismo.

Figuras tan relevantes como el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, consideran que Washington no debe mantener trato alguno con Yasir Arafat. Según ellos, y otros halcones republicanos, el líder palestino es sólo un terrorista con el que hay que acabar cuanto antes. Ésa era, además, la línea ortodoxa en la Casa Blanca desde que, el 11 de septiembre, Bush trazara una línea sobre la arena: de un lado, el mal (el terrorismo y sus aliados), y del otro, el bien (Estados Unidos y sus aliados).

Pero mantener esa ortodoxia maniquea era demasiado peligroso cuando, como reconoció ayer el propio Bush, la situación en Oriente Próximo había experimentado "un deterioro dramático en cuestión de semanas". Bajo el riesgo de que la presión popular empujara a gobiernos prooccidentales como el egipcio a endurecer sus políticas frente a Israel y Estados Unidos, o incluso a que la inestabilidad se reflejara en un encarecimiento excesivo del petróleo, Bush trató de hacer un ejercicio de realismo.

Culpó, como siempre, a Arafat, una persona a la que personalmente detesta. "La situación en que se encuentra hoy la creó él mismo", dijo, "malgastó todas sus oportunidades y, por tanto, traicionó las esperanzas de su pueblo". Sin embargo, fue menos condescendiente con Sharon que en anteriores ocasiones. No discutió la legitimidad de las incursiones militares en territorios palestinos, pero indicó que sólo resultaban tolerables "temporalmente" y reclamó que acabaran ya. No fijó plazos para ello.

Como Powell debe llegar a la región la semana próxima, tras una o dos escalas en Europa, se supone que Sharon dispone aún de algunos días para mantener en marcha los carros de combate. En principio, una retirada israelí más o menos coincidente con su visita permitiría a Powell cumplir los objetivos mínimos y no regresar con las manos vacías.

Bush también reclamó a Sharon, "hablando como fiel amigo de Israel", que pusiera fin a la política de expansión de asentamientos y que mostrara "respeto por la dignidad del pueblo palestino" en controles y fronteras. "Las fronteras deben abrirse para que los palestinos puedan trabajar", dijo.

Lo esencial del mensaje de Bush se dirigió a los países árabes, a los que reclamó, como a Arafat, una actitud inequívoca contra el terrorismo. Culpó directamente a Irak (que paga pensiones a los familiares de terroristas suicidas), Siria (que respalda a Hamás y Hezbolá) e Irán (que proporciona armas a los palestinos) de fomentar la violencia y de procurar la extensión del conflicto. "Manténganse al margen", advirtió.

Asesinos

También proclamó que los terroristas no eran "mártires, sino asesinos". "Reventándose a sí mismos no ayudan a la causa palestina. Al contrario, los atentados suicidas podrían malbaratar la mejor y única esperanza de un Estado palestino".

Esta última frase, los elogios a la propuesta de paz saudí, las diversas menciones a un futuro Estado palestino y la indicación de que Israel debía garantizar "la viabilidad política y económica" de ese Estado, provocaron escalofríos a los halcones republicanos, que interpretaron el conjunto como una oferta de recompensa a los terroristas. "Estamos diciendo que si dejan de cometer atentados, tendrán su Estado; eso es premiarles y estimular a los terroristas de todo el mundo", dijo un miembro de la Administración ideológicamente vinculado al vicepresidente Dick Cheney.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de abril de 2002