El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, se reunió ayer durante más de tres horas con el presidente palestino, Yasir Arafat, en su prisión de Ramala. El encuentro se llevó a cabo a pesar de la oposición y las criticas del Gobierno israelí, que había calificado esta cita como constitutiva de un 'error trágico', consciente de que suponía el respaldo de Estados Unidos a la Autoridad Nacional Palestina y la condena de la política de aislamiento, acoso y derribo propugnada por Israel hacia Arafat desde hace más de un año, que ha alcanzado su cota máxima en estas semanas.
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Tres horas de reunión en medio de las ruinas de la residencia presidencial de Ramala, Al Mokata, fueron más que suficientes para rehabilitar políticamente y ante la comunidad internacional el liderazgo de Arafat, de 72 años, mancillado desde que Sharon se hiciera cargo del poder en Israel y tratara de asesinarlo políticamente.
Al margen del simbolismo y las repercusiones, reconocidas incluso por un portavoz de la Casa Blanca desde Washington -'sabemos que Arafat es la persona que representa la Autoridad Nacional Palestina'-, el encuentro en Ramala sirvió para que Arafat y Powell se intercambiaran mensajes; el emisario de Estados Unidos le reclamó mano dura y el fin de las operaciones suicidas contra Israel y, a cambio, el prisionero de Al Mokata le pidió el repliegue del Ejército israelí de los territorios ocupados, en el peor de los casos para actuar de manera efectiva contra los radicales.
Los dos coincidieron en la necesidad de aplicar de forma inmediata un 'alto el fuego' en una Intifada que dura 18 meses y que se ha cobrado más de 2.000 víctimas y que ha colocado a la región al borde de una guerra. Antes de despedirse, Powell y Arafat se comprometieron también a reunirse de nuevo en Ramala el próximo martes, dejando en manos de los expertos palestinos y americanos los detalles de la lucha contra el 'terrorismo'.
El espíritu del encuentro, celebrado en el comedor del segundo piso de una residencia tiroteada y medio en ruinas, quedó resumido por dos frases breves que Powell pronunció al finalizar la reunión ante un grupo reducido de periodistas, los únicos que el Ejército israelí permitió entrar en Ramala: Arafat 'esta comprometido en el alto el fuego', es decir, que es un 'interlocutor valido' en un proceso de paz, y 'la entrevista ha sido útil y constructiva'. El mediador palestino Saeb Erekat explicó después a la prensa internacional y por teléfono algunos otros detalles de la reunión, como el debate sobre la situación humanitaria en los territorios, el cerco trágico al campo de refugiados de Yenín o la necesidad de que la comunidad internacional apoye económicamente la reconstrucción de la infraestructura palestina, arrasada por 16 días de ofensiva militar israelí.
Seis horas después de que se celebrara el encuentro de Ramala, Powell se reunía en un hotel de Tel Aviv con Ariel Sharon para transmitirle el resultado de la conversación con Arafat y tratar de avanzar hacia la formulación del alto el fuego. El diálogo finalizó con un nuevo fracaso. Por segunda vez en poco menos de 48 horas, el emisario de Estados Unidos no lograba del primer ministro israelí un calendario para la retirada de las tropas de los territorios palestinos. Según un portavoz israelí, Sharon propuso a Powell la celebración de una conferencia internacional de paz, 'que debería celebrarse en un lugar neutral y bajo los auspicios de Estados Unidos'.
Incansable, Colin Powell se dispone en las próximas horas a efectuar un penúltimo esfuerzo: un viaje relámpago a Beirut y Damasco para reclamar de las autoridades de los países vecinos la neutralidad en el conflicto, especialmente el control de la guerrilla fundamentalista libanesa de Hezbolá, que amenaza con abrir en el norte de Israel un nuevo frente de guerra. Powell espera conseguir con este doble encuentro un compromiso que satisfaga a Israel y permita doblegar la tozudez de Sharon para que dé pasos efectivos en favor de un alto el fuego.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de abril de 2002