Los inspectores de armamento de la ONU presentaron ayer su informe sobre Irak ante un Consejo de Seguridad que se mantuvo profundamente dividido. Francia se erigió en jefe de filas de quienes reclamaban más tiempo para los inspectores y "una oportunidad para la paz". EE UU mantuvo el tono de urgencia: "No podemos esperar a que una de esas terribles armas aparezca en nuestras ciudades". Los inspectores, Hans Blix y Mohamed el Baradei, constataron una evolución positiva en la cooperación iraquí, pero evitaron sacar conclusiones. Ambos sugirieron la conveniencia de seguir con su trabajo y dejaron la puerta abierta a nuevas comparecencias. Francia propuso que los ministros del Consejo se reunieran de nuevo el 14 de marzo.
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Las diferencias entre quienes apostaban por las inspecciones, como Francia, Rusia y China, y quienes pensaban ya en la guerra como única vía realista para desarmar a Irak, como Estados Unidos, el Reino Unido y hasta cierto punto España, se mostraron más crudamente que nunca en una reunión ocasionalmente vibrante, en la que el ministro francés, Dominique de Villepin, recibió una insólita salva de aplausos y en la que el jefe de la diplomacia estadounidense, Colin Powell, prescindió de notas e improvisó una intervención de tono exasperado.
El Consejo de Seguridad siguió dividido, como pocas veces en su historia. Pero aparecieron indicios de que la situación podría no estar condenada a bloquearse. Algunos países, como Chile, en principio alineados con el mantenimiento de las inspecciones, se mostraron receptivos a las urgencias bélicas de estadounidenses y británicos, a los que ya no parece imposible conseguir los nueve votos necesarios para aprobar una nueva resolución. Francia propuso una fecha para una nueva reunión de los 15 ministros, el 14 de marzo, que resulta excesivamente lejana para los muy avanzados planes militares de Washington, pero en la que dice estar dispuesta a evaluar la cooperación iraquí y, en su caso, hablar de "otras opciones". Tras la reunión, Powell mantuvo una informal con los miembros no permanentes y regresó a Washinton. El debate vespertino no tuvo lugar.
Nadie consideró que el Gobierno de Sadam Husein esté cumpliendo las exigencias establecidas en la resolución 1.441. Los inspectores, muy especialmente Blix, especializado en armamento químico y biológico, fueron bastante explícitos sobre la insuficiencia de la cooperación iraquí. La brecha no estaba abierta ahí, sino en el castigo que merece la displicencia de Sadam Husein. Para unos, como el francés De Villepin, la guerra sigue siendo un recurso excesivo y con abundantes efectos negativos: "Podría tener consecuencias incalculables para una región martirizada y frágil, reforzaría los sentimientos de injusticia, agravaría las tensiones y crearía riesgo de nuevos conflictos". Para otros, era un precio que valía la pena pagar porque no existían alternativas: "Más inspecciones, lo siento, no son la respuesta", proclamó Powell.
De Villepin respondió a las acusaciones formuladas el miércoles por Powell, en el sentido de que París y Berlín podían estar propiciando "tácticas dilatorias" para sacar del aprieto a Sadam Husein. "Hay opciones que parecen más rápidas", dijo el ministro francés, "como la guerra". Pero la invasión de Irak, prosiguió, implicaba necesariamente una larga reconstrucción física e institucional del país. Y se preguntó si las inspecciones, que podían conseguir el desarme por la vía pacífica, no acabarían siendo la opción más breve y efectiva.
Blix había sufrido en las jornadas previas una severa presión estadounidense, concretada en una reunión el lunes con Condoleezza Rice, la consejera de seguridad nacional de la Casa Blanca. Rice le hizo saber que George W. Bush ya se había decantado por la guerra y le sugirió, según fuentes diplomáticas, que fuera "claro" al hablar de si Sadam Husein está cumpliendo o no con las exigencias planteadas por la ONU. Blix no fue complaciente con las autoridades iraquíes, aunque indicara, como en anteriores comparecencias, que no ha sido localizada ningún arma de destrucción masiva. Dijo que muchas armas prohibidas no han sido contabilizadas, aunque ello no signifique necesariamente que existan; se refirió a la necesidad de destruir los misiles cuyo alcance excede los 150 kilómetros; y lamentó que sólo tres científicos relacionados con el programa armamentista iraquí hayan aceptado ser entrevistados por los inspectores, a solas y sin grabadora. "Esperemos que eso cambie", comentó. Blix tampoco ahorró dardos para Powell, y refutó dos de las afirmaciones contenidas en el alegato contra Sadam Husein realizado por el secretario de Estado el día 5. Según Powell, los iraquíes sabían de antemano qué lugares pensaban visitar los inspectores. "No hay pruebas de ello", afirmó el jefe de Unmovic. También indicó que las fotografías que, según Powell, mostraban cómo las armas prohibidas eran retiradas de una instalación justo antes de que llegaran los inspectores, podían ser en realidad "una simple actividad rutinaria" con municiones permitidas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de febrero de 2003