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CRÓNICA

El Madrid se repone sin despeinarse

El Villarreal hizo demasiadas concesiones al equipo local, que jugó con una tranquilidad inesperada

El Madrid se encontró con un partido extremadamente sencillo en uno de los momentos más complicados de la temporada. De la falta de oposición es responsable el Villarreal, que despide un mal tufillo. Pero el encuentro dejó algún síntoma novedoso en el Madrid. Por primera vez en muchas semanas, dispuso de la pelota abundantemente, lo que habla de algo parecido a una liberación.

REAL MADRID 3| VILLARREAL 0

Real Madrid: César; Míchel Salgado, Hierro, Pavón, Roberto Carlos (Munitis, m. 82); Helguera (McManaman, m. 58), Makelele; Raúl, Zidane, Solari; y Morientes (Guti, m. 62 ). Villarreal: López Vallejo; Galván, Ballesteros, Q. Alvarez, Unai, Arruabarrena; Cagna (Gracia, m. 43), Galca, Amor; Víctor (Craioveanu, m. 65) y Guayre (Q. Martín, m. 65). Goles: 1-0. M. 14. Helguera cede a Solari, que aprovecha un error de Ballesteros para centrar al área, donde Raúl empuja. 2-0. M. 60. Penalti de Quique Álvarez sobre Zidane, que lanza Hierro y el balón entra por debajo del cuerpo del portero. 3-0. M. 63. Contragolpe del Madrid, Guti cede al primer toque a McManaman, que se queda solo, regatea con dificultades al portero y marca con la zurda. Árbitro: Carmona. Amonestó a Hierro, Ballesteros y Gracia. Unos 75.000 espectadores en el Bernabéu.

Los equipos angustiados siempre tienen dificultades para manejar el balón, porque lo ven como un artefacto. Y ése ha sido el último Madrid, un equipo atacado por la ansiedad que tocó fondo en la final de Copa, quizá por toda la fanfarria que se levantó durante casi dos meses en torno al partido del centenario. Con poco pellizco, pero con un aire sereno en el traqueteo del juego, el Madrid salió del apuro con mejor nota de la que se esperaba. Lejos de profundizar en su crisis, avista el duelo de Barcelona con bastante ánimo.

Con todo lo que supone la victoria en estos momentos, al Madrid no se les escaparon algunos signos preocupantes. Por orden de gravedad: Morientes está cada vez más lejos de lo que significa un delantero centro del Madrid; Roberto Carlos ha perdido el duende y la pujanza; Zidane atraviesa un periodo superficial. Lo de Morientes viene de largo, y casi se puede decir que sus cinco goles al Las Palmas resultaron inconvenientes porque desviaron el debate sobre su rendimiento. Nunca ha sido el más participativo de los jugadores, pero hubo un tiempo que representaba una amenaza en el área. Ahora, no. Se le ve tosco, sin fe, peleado con la pelota, ajeno al juego. Es un caso flagrante de jugador en crisis, con el problema añadido de que es el delantero centro del Madrid. Esa circunstancia tiene una exigencias que a día de hoy no cumple Morientes.

El partido tuvo como protagonistas a los secundarios, con el añadido de Raúl, que marcó el primer gol. Raúl no hizo grandes cosas, pero su insistencia en llegar adonde no llega el actual Morientes supone petróleo para el Madrid. Por lo demás, fue un día interesante de Helguera, por fin riguroso en el medio campo. No se distrajo nunca, movió la pelota correctamente, quitó como nunca y fue una referencia indiscutible. Probablemente su buen partido contribuyó al académico juego del Madrid: dispuso del balón en proporciones exageradas y eliminó el problema de perseguir a sus rivales, como ha ocurrido en los últimos encuentros. Ahí se encuentra muy incómodo.

Por si acaso, al Madrid le ayudó un decepcionante Villarreal, cada vez más quebradizo. Antes era un equipo compacto que tenía la cualidad de poner en dificultades a casi todos sus rivales. Ahora es todo espuma y fragilidad. Ninguno de sus jugadores sacó una nota decente del Bernabéú, y hubo un par de ellos que se pasaron con la leña. Uno fue Gracia; el otro, Ballesteros. Lo de Ballesteros no es noticia. Como central está preso de unas limitaciones gravísimas, y así se demostró en el primer gol, donde se ofuscó de mala manera y concedió la pelota a Solari. Del resto se encargó Raúl, como casi siempre. Pero donde destaca Ballesteros es en el apartado de orden público. Le ocurre como a Pasarella, que pegaba por vicio. No hay una patada que no le guste, pero hay muchos árbitros que se lo toleran.

Había interés por ver la decisión de Del Bosque con sus porteros. De nuevo eligió a César, que está sometido a examen. Frente al Villarreal salió bien librado, primero porque agarró un buen cabezazo poco después del tanto de Raúl y segundo porque impidió el tanto de Galván en una excelente salida. No tuvo más trabajo. Tampoco López Vallejo se multiplicó. Se limitó a recibir los goles con la misma resignación que el resto del equipo. Hierro marcó el segundo de penalti.

Pero el tercero tuvo más miga. En sus cuatro primeras intervenciones, Guti hizo lo que Morientes no pudo anteriormente: ver el juego. De su facilidad como pasador llegó el tercer tanto, en un espléndido pase interior que McManaman estuvo a punto de desperdiciar. Pero al final dejó el balón en la portería ante la sorpresa general y la suya. Debe de ser porque le cuesta un congo marcar goles.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de marzo de 2002