La diplomacia se pone tan al rojo vivo como la propia guerra. El presidente de EEUU, Bill Clinton, pidió ayer a la OTAN que acelere la adaptación de su plan de despliegue terrestre para acompañar el regreso de los refugiados albanokosovares a su patria, una vez Belgrado incline la cerviz. La Alianza necesitará bastantes más de los 28.000 soldados previstos. Es el gran signo de que los aliados se aprestan a una próxima solución de la guerra, que esperan venga de la mano de la ofensiva diplomática, en complicidad con Moscú, en pocas semanas. Los ministros de Exteriores del G-8 -los siete países más ricos del mundo y Rusia- mantendrán hoy una reunión considerada "clave", pero todavía no "la definitiva".
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Clinton fue escueto en su viaje a Bruselas. En su reunión con el secretario general, Javier Solana, y los mandos militares de la Alianza, reiteró el mensaje de firmeza y perseverancia en los ataques aéreos hasta que Milosevic acepte las cinco condiciones de la comunidad internacional. Y lo reiteró después en su arenga ante las tropas estadounidenses en la base alemana de Spangdahlem. Pero añadió uno nuevo, la urgencia de actualizar el plan de despliegue terrestre en Kosovo -no el de invasión-, para cuando Milosevic haya cumplido.El plan inicial preveía un despliegue de 28.000 soldados. Ahora se evalúan oficiosamente en unos 60.000, porque la situación se ha agravado. Parece un simple detalle de la necesaria planificación estratégica. Pero significa muchísimo más, significa que la OTAN se prepara ya para una posible solución al conflicto, que debe llegar de la mano de la ofensiva diplomática internacional con Rusia de importante protagonista, indicaban altos cargos aliados. El pronóstico es que esta fase, en la que se simultanearán bombardeos intensivos y esfuerzos diplomáticos, puede durar aún semanas.
Pieza capital de la misma es la reunión del G-8 de hoy. Es la primera vez que los aliados se reúnen multilateralmente -en un foro más aséptico que la OTAN, y menos gastado que el Grupo de Contacto-, desde la ruptura de Rambouillet. Y si lo hacen es porque han "aproximado mucho las posiciones", alegan. Víktor Chernomirdin confirmó a Clinton la disposición de Rusia a asumir la necesidad de una fuerza militar internacional de pacificación de Kosovo, indican fuentes diplomáticas.
Ésa era la principal diferencia que separaba a Moscú del resto. Según Chernomirdin, ya se ha salvado. Otra cosa es que falten detalles sobre la dimensión, abanderamiento y estructura de la fuerza. Y otra cosa también es que el primer ministro, Yevgueni Primakov, deba mantener la apariencia de firmeza inmovilista, con vistas a la Duma (Parlamento) y a su opinión interna, mayoritariamente proserbia.
Promesas privadas
Pero las promesas del Kremlin de asumir la propuesta de una fuerza multinacional han sido formuladas sólo en privado. Es preciso que se hagan públicas, lo que aislaría a Milosevic del único apoyo sustancial que le queda en el mundo. Para ello, razonan los aliados, siguiendo la pauta que han marcado las conversaciones Clinton-Chernomirdin, hay que abrir espacio al mediador ruso. Es decir, resaltar su protagonismo y permitirle presentar su aceptación de este punto no como una suerte de rendición política ante los aliados, sino como "una victoria propia, la del que logra un acercamiento de la OTAN a sus propias posiciones", según fuentes atlánticas. Eso es lo que se intentará empezar a escenificar hoy en el G-8.Rusia hace hincapié, en las conversaciones confidenciales, en que cualquier solución debe posibilitar "cierto grado de aceptación", aunque sea de mala gana, por parte de Milosevic. Es también ese juego lo que justifica su protagonismo negociador. Los aliados, aunque desconfían de él, no se niegan a ello por principio, pues los cinco puntos no incluyen explícitamente la caída del dictador. Varios diplomáticos aliados, entre ellos un alto funcionario norteamericano y otro español, insistieron ayer en que los cinco puntos son "intocables". Clinton se lo deletreó a Chernomirdin: "Las cinco condiciones son esenciales y constituyen la fórmula mínima" para el fin de la guerra.
Pero también empezaron a modular su posible aplicación. Todos hablaron ayer de "flexibilidad". Se puede pactar, por ejemplo, los ritmos de retirada de las fuerzas militares serbias de Kosovo; se puede permitir que permanezcan algunos guardias fronterizos para simbolizar que Yugoslavia mantiene su integridad territorial; se puede adecuar una "pausa" en los bombardeos. "Fuertes en los principios, flexibles en los detalles", resumió el portavoz, Jamie Shea. O sea, casi todos los detalles son negociables siempre que se obtengan garantías firmes de que Milosevic no engañará otra vez a todo el mundo. Y eso resulta muy difícil.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 6 de mayo de 1999