"Todo el tiempo que haga falta para vencer. No es una cuestión de calendario, es una cuestión de victoria". George W. Bush fue tajante al indicar que no le importaría que la guerra en Irak se prolongara durante meses y que lo único importante era acabar con Sadam Husein y su presunto arsenal de armas prohibidas. El presidente de Estados Unidos y su aliado británico, el primer ministro Tony Blair, concluyeron ayer una cumbre bélica en Camp David, no lejos de Washington, en la que constataron las dificultades a las que se está enfrentando la invasión. El Pentágono confirmó esas dificultades horas después, con el anuncio de que otros 100.000 soldados serían enviados al campo de batalla en las próximas cuatro semanas.
La reconciliación de Bush con la mayoría de los Gobiernos del mundo se adivina más lejana y difícil que nunca
Blair aseguró que la alianza entre Londres y Washington nunca fue tan sólida como ahora
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Tony Blair aseguró que la alianza entre Londres y Washington nunca ha sido más sólida y que ambos gobiernos estaban totalmente decididos a conseguir "la liberación de los iraquíes", costara lo que costara. Sus palabras se transformaron en hechos casi inmediatamente.
Entrada ya la madrugada, no estaba totalmente claro el detalle del despliegue y qué parte de él estaba ya incluido en los planes iniciales del mando militar norteamericano. Un portavoz oficial del Pentágono anunció que a lo largo del mes de abril las fuerzas de combate en Irak serían incrementadas en unos 100.000 efectivos, 10.000 de los cuales se encuentran ya en Kuwait. Otros 34.000, de la 4ª División de Infantería, con base en Tejas, estaba previsto que fueran enviados al norte de Irak, previo despliegue en Turquía, cuyo Gobierno se negó finalmente a dar la autorización. Y el resto, unos 55.000, pertenecen a la división ya citada, a la 1ª División Blindada, con base en Alemania, y 2º Regimiento de Caballería Blindada, con base en Colorado.
Con esos refuerzos, las tropas terrestres dedicadas a la conquista de Irak superarían los 200.000 soldados, sin contar con las unidades navales y aéreas.
Bush y Blair trataron, sin embargo, de disipar el pesimismo acerca de la evolución del conflicto y resaltaron los logros de las fuerzas invasoras, tras una semana de combates. Recordaron que los campos petroleros del sur y el único puerto iraquí estaban bajo su control, al igual que la franja occidental del país, que había unidades estadounidenses y británicas "a 50 millas [85 kilómetros] de Bagdad" y que estaba abriéndose un frente en el norte. Pero se negaron a hablar de la duración de la guerra. "Seguiremos hasta que la misión esté cumplida, no tiene sentido marcarnos límites en el tiempo", dijo Blair. Sólo 10 días atrás, el vicepresidente Dick Cheney pronosticó que las unidades regulares iraquíes y grandes porciones de la Guardia Republicana se negarían a combatir y que la guerra sería "sin duda breve". Las bajas mortales de la coalición ascendían ayer a 44.
El primer ministro británico viajó a la residencia presidencial de Camp David, en las montañas de Maryland, con la misión de ejercer una vez más como puente entre George W. Bush y los países opuestos a la guerra, mayoritarios en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General de la ONU. La misión resultó, como se temía, imposible. Gobiernos como el francés o el ruso exigían que la ONU dirigiera el Irak de la inmediata posguerra, bajo los términos de una resolución que no respaldara a posteriori la invasión.
Bush, cuya aversión hacia la ONU parecía más profunda que nunca, se mantuvo firme en su propósito de asumir temporalmente el poder en Irak, a través de un gobierno encabezado por un general de Estados Unidos, y de ceder a la ONU sólo una función marginal, centrada en la distribución de alimentos. Según los planes de la Casa Blanca, el gobierno de ocupación militar cedería directamente el poder a "un gobierno elegido por los iraquíes", en un momento no determinado y sin interferencias "internacionales". "El futuro gobierno iraquí no será impuesto por extranjeros", proclamó. Blair dijo, en cambio, que "sin duda" la ONU debe estar "estrechamente implicada" en esa transición.
Tras la cumbre, la reconciliación de Bush con la mayoría de los gobiernos del mundo se adivinaba más lejana y difícil que nunca. Blair no tuvo otra opción que retrasar sine die la discusión de "los detalles" del problema. El presidente de Estados Unidos se negó incluso a admitir que la guerra de Irak haya causado profundas divisiones internacionales y proclamó que ha congregado "una gran coalición occidental, más amplia que la de 1991".
Blair, como en otras ocasiones, aportó sensatez a la comparecencia del dúo ante la prensa. "Hay muchos de nuestro lado, pero también hay muchos que se oponen a nosotros", admitió. El primer ministro británico indicó que tras la guerra habría que discutir con aliados tradicionales como Francia y Alemania las causas de la fractura entre Estados Unidos y parte de Europa, para cerrar la herida, pero expresó su convicción de estar haciendo "lo correcto". "No tengo ninguna duda de que nuestra causa es justa", afirmó.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 28 de marzo de 2003